Por: Raúl Rosales León
La naturalización de la naturaleza de la raza
estructura otorga un poder explicativo para legitimar la desigualdad social. Según Verena Stolcke[1]
las categorías de género, clase y raza son constitutivas de la desigualdad
social que produce experiencias comunes y diferencias por el hecho de ser
mujer. En ese sentido, la construcción de la categoría raza constituye el
sistema de género en las relaciones contemporáneas porque la desigualdad
también naturaliza el sexo otorgando un determinismo (hombres y mujeres) en
roles y funciones parametrados en el sistema de género.
Un ejemplo sobre la naturalización de la
desigualdad social con las categorías de raza, género y clase es el sketch
humorístico titulado las Tías Pitucas de
la Molina el cual fue trasmitido en el Especial del Humor de Frecuencia
Latina. El sketch parte del hecho “real”
sobre la división territorial, cultural y racial entre dos distritos, La Molina
y Ate Vitarte, separados por una reja. En
el distrito de la Molina se encuentran las vecinas residenciales de piel blanca,
de clase alta y civilizadas; en el otro lado de la reja se encuentra la “Otredad”
representado por el popular distrito de Ate Vitarte en donde se encuentran los
cholos con una serie de características inherentes como pobres, vulgares y
violentos. Las pitucas son racistas y naturalizan la desigualdad social por
medio de la reja. Ni juntos ni revueltos, cada quien en su espacio natural.
Si solo utilizamos la categoría de género no se
podría explicar la hegemonía de las mujeres pitucas frente a los cholos. Por ese motivo, la inclusión de las
categorías de raza y clase amplia el marco interpretativo del sistema de género
que produce. En este punto fue
importante el análisis crítico de Bell Hooks quien señalo la urgencia de
articular las categorías de género, raza y clase en el análisis del núcleo duro
de la opresión. Por ese motivo Bell Hooks[2]
afirmó lo siguiente: las mujeres blancas pueden ser víctimas del sexismo, pero
el racismo les permite actuar como explotadoras y opresoras de la gente blanca”
(2004:49). En esta lógica, si bien puede
existir opresión de género en el distrito de la Molina, las pitucas por su
condición de clase y raza discriminan a los cholos de Ate Vitarte.
Si bien la justificación ideológica del racismo tiene como punto central epistemológico la
raza asociado a la naturaleza, Verena
Stolcke abre el debate porque este hecho racial es también una
construcción simbólica y cultural: la naturalización de la naturaleza de la
raza. Es necesario tener en cuenta que el feminismo de la segunda ola tuvo que
diferenciar el sexo del género para cuestionar el determinismo biológico que
define a la mujer (atributos, roles y espacios) por el hecho de ser mujer
biológica. En cambio el género está referido a la construcción cultural de los
femenino y masculino teniendo como base la diferencia sexual (biológica). La reflexión de Stolcke cuestiona la dualidad
sexo / género porque la supuesta diferencia sexual (biológica) también es una
construcción cultural. Si el sexo es una
categoría, la categoría de género no tendría una base natural para la
construcción simbólica. Sería como una
especie de categoría que se construye en base a otra categoría.
[1] Stolcke,
Verena, ¿es el sexo para el género lo que la raza para la etnicidad…y la
naturaleza para la sociedad? En: Revista: Política y Cultura 2000 (14),
disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/267/26701403.pdf
[2] Hooks, Bell "Mujeres
Negras: Dar forma a la teoría feminista", en Otras inapropiables, Madrid:
Editorial Traficantes de Sueños, 2004.
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