viernes, 28 de octubre de 2016

La Colonialidad del Poder y la Interseccionalidad


Por Raúl Rosales León (Waro)

La interseccionalidad permite una mirada integral de las relaciones de poder articuladas por las categorías de raza, clase, género y sexualidad; desde una perspectiva María Lugones realiza una crítica a la propuesta de la Colonialidad del Poder acuñado por Aníbal Quijano.   Según Quijano la Colonialidad de Poder se articula con cuatro áreas de existencia humana: sexo, trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad. María Lugones en su artículo Colonialidad y Género cuestiona la utilización de la categoría sexo por Aníbal Quijano porque reproduce las limitaciones del feminismo occidental impulsado por las mujeres blancas quienes consideran al patriarcado como la única categoría explicación sobre las relaciones de poder del sistema de género.  

Según Quijano la disputa, control y acceso al sexo (mujeres indígenas y afrodescendientes) como un recurso y producto define el eje de la dominación en el marco de la colonialidad y la modernidad.   María Lugones hace compleja está perspectiva al visualizar que Aníbal Quijano asume el sexo como una categoría relacionada a la biología, es decir, al orden de la naturaleza. Esta lógica del control del sexo coincide con la lógica del patriarcado que asume a las sociedades no occidentales en el marco del sistema de género binario. María Lugones discrepa con esta perspectiva y afirma que en el proceso de colonialización se estableció la heterosexualidad en las sociedades dominadas reprimiendo otros sistemas de género.

María Lugones abre la categoría de la “Colonialidad del Poder” de Aníbal Quijano para acuñar la categoría “Colonial / Moderno Sistema de Género” para entender el lugar del género de las sociedades precoloniales y, a la vez, comprender los cambios impuestos por el capitalismo eurocéntrico moderno en el proceso de colonización.  A través de la interseccionalidad se percibe la imposición del sistema heterosexual a las mujeres indígenas y afrodescendientes quienes tenían mayor agencia que las mujeres blancas occidentales. La diferenciación sexual que es el punto epistemológico nodal de la categoría patriarcado explica la situación de subordinación de las mujeres occidentales (Contrato Sexual de Carole Pateman), pero no tiene la misma eficacia explicativa en los sistemas de género del tercer mundo.  

María Lugones establece evidencia sobre la existencia de sociedades precoloniales las cuales no estaban conformadas por procesos identitarios heterosexuales. Muestra los aportes de Oyéronké Oyewúmí quien analizó la opresión de género impuesto a la sociedad Yoruba en donde se estableció una binaria oposición entre hombres y mujeres que fue una herramienta de dominación occidental porque subordinaron a las mujeres líderes de dichas sociedades.  La segunda evidencia fue mostrada por Paula Gunn Allen quien analizó algunos grupos étnicos nativos americanos señalando que eran matriarcales y, por consiguiente, reconocían positivamente tanto a la homosexualidad como al «tercer» género, y entendían al género en términos igualitarios. Según Allen señala que entre las ochenta y ocho tribus que reconocían la homosexualidad en términos positivos se encontraban: Apaches, Navajos, Winnebagos, Cheyennes, Pima, Crow, Shoshoni, Paiute, Osage, Acoma, Zuñi, Sioux, Pawnee, Choctaw, Creek, Seminole, Illinois, Mohave, Shasta, Aleut, Sac Y Fox, Iowa, Kansas, Yuma, Aztec, Tlingit, Maya, Naskapi, Ponca, Maricopa, Lamath, Quinault, Yuki, Chilula, Y Kamia. Paula Gunn Allen señala que en veinte de estas tribus se incluían referencias específicas al lesbianismo.

La diversidad de género en el tercer género fue reprimido por el capitalismo eurocéntrico heterosexual estructurando la colonialidad/sitema moderno de género. Un ejemplo para mostrar la mirada colonial sobre los colonizados es la película El Renacido (The Revenant) que representa a las etnias nativas de América del Norte como naturalmente heterosexuales. El encuentro de dos mundos también es heterosexual cuando la película muestra las representaciones del explorador Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) y una mujer nativa de cuya relación amorosa nació Hawk. Como se puede apreciar la tecnología de género (Teresade Lauretis) por medio del cine reproduce y legitima los procesos identitarios del el sistema binario de género.