viernes, 22 de abril de 2016

Relación entre género y cultura.



 

Por Raúl Rosales León


El sistema de género es una categoría útil para entender y comprender una determinada realidad. En ese sentido, el trabajo de representación al construir sentido a través del lenguaje (Stuart Hall)[1] produce categorías que explican las relaciones que conforman el sistema de género. Las relaciones que conforman el sistema de género son legitimadas y naturalizadas por medio del trabajo de representación enunciados por determinados grupos culturales.


Un ejemplo es la explicación del origen de la etnia Shipibo de la amazonia peruana[2].  En el mito los hijos del sol y los hijos de la luna representa el origen de las relaciones de género en el sistema de género shipibo. El mito señala que Dios creo dos astros (Sol y Luna) que eran divinidades que no podían juntarse nunca; pero desobedecieron el mandato de Dios y como producto de su unión prohibida, la luna estuvo embarazada. Como se puede apreciar la construcción del sistema binario de género de la etnia Shipibo Conibo es construida y legitimada por medio de la representación cultural del mito reseñado: Dios creo a dos astros-divinidades, uno representa lo masculino (Sol) y la otra representa lo femenino (Luna).  En la misma lógica en la etnia Ashaninca existe el relato de origen[3] en donde El Dios Sol enseñó a los hombres las técnicas de pescar, caza y la utilidad de las plantas medicinales; y la madre Luna enseñó a las mujeres a hilar, tejer, ayudar en la siembre y cuidar a los hijos y esposo.  Con este relato se representó y, a la vez, se legitimó los roles de los hombres y mujeres de la etnia asháninca dentro del sistema de género.


Pero el género por ser parte de un trabajo de representación cultural conlleva a una problematización. Si el género es una construcción cultural, entonces el sistema de género  (contenido del enunciado) queda definido y construido por un enunciante.  El enunciante no es neutral porque está condicionado por el lugar de enunciación que son las condiciones sociales, económicas y culturales desde donde se produce el contenido de la enunciación.  En ese sentido, al existir diversos lugares de enunciación en donde se interrelacionan las variables de género, clase y raza, los contenidos de los enunciados van a ser diferentes sobre los mismos hechos de la realidad que enunciados.  Un ejemplo es el caso de las mujeres que trabajan en hogares ajenos para brindar servicio de limpieza; desde la posición de empleadora (blanca) que vive en un distrito residencial en Lima representa a la mujer que brinda el servicio como la “chica” , pero desde la posición de una mujer sindicalizada (chola), se representa como trabajadora del hogar.  ¿Por qué el trabajo de representación de una de las partes enuncia el significante chica y por otro lado se enuncie el significante trabajadora del hogar, si finalmente se habla de la misma mujer?  La respuesta es el vínculo problemático entre la categoría (chica vs trabajadora del hogar) y la realidad (mujer que brinda servicios de limpieza en un hogar ajeno) porque los sujetos enunciadores tienen distintas formas de representar la realidad y actuar en ella. La empleadora que tiene su chica no la considera como trabajadora con derechos laborales, sino como alguien que debe estar agradecida por conseguirle trabajo; en cambio desde el sindicato la trabajadora del hogar tiene los mismos derechos que cualquier persona que trabaje (CTS, Seguro Social, Vacaciones etc).  


En el capítulo VII titulado “ARTICULAR LO ARCAICO. Diferencia cultural y sinsentido colonial” escrito por Homi Bhabha en el texto El Lugar de la Cultura[4] se observa la deconstrución del trabajo de representación cultural del sujeto colonial británico que produce discursos sobre el sujeto colonizado en la India por medio de la novela colonial. Tanto el Pasaje a la India (E.M. Foster) como El Corazón de las Tinieblas (Joseph Conrad) son las novelas que Homi Bhabha utiliza en calidad de objetos culturales para analizar el sinsentido colonial que produce un orden colonial, la verdad colonial sobre la otredad localizado en el territorio de la India.  Este territorio y su población son representados como un pasado arcaico. La voz de la literatura colonial representaba al otro colonial haciéndolo sumergir en el silencio por medio de los relatos del imperio. El sinsentido colonial realiza una interpretación de la Otredad colonial por medio de un orden que es estructurado en un espacio colonial representados mediante los relatos del imperio que produjo una dicotomía entre civilizado y bárbaro / cultura y naturaleza / urbanidad y caos; por medio del trabajo de representación de la narrativa colonial se naturaliza la imagen de otredad ajena a la civilización, cultura y urbanidad.  Pero en este sinsentido colonial se encuentra el trauma, es decir, el síntoma de una sociedad colonizada, la cual como todo síntoma hace que ocurra una falla en el orden simbólico sobre las categorías que representan la realidad de la India colonizada.  De un momento a otro, el síntoma retorna y representa lo silenciado desde otro lugar de enunciación diferente a la enunciación colonial, es decir desde una posición postcolonial. 


La relación conflictiva entre la categoría y la realidad se visualiza en el texto de Henrrieta Moore titulado Antropología y Feminismo[5]. En este texto analiza la crítica feminista en la antropología social en donde el problema no es la base empírica (la mujer no estuvo ausente en las etnografías de sociedades no occidentales), sino en la representación en el campo epistemológico.  La mujer no fue ajena a la antropología social, pero fue un grupo silenciado porque el modelo androcéntrico estuvo presente en los estudios etnográficos que trasladaron su visión patriarcal occidental al análisis de la mujer en sociedades no occidentales. La antropología enfoco el estudio de la mujer en el espacio doméstico: matrimonio, parentesco y  rituales femeninos. Esta representación de la mujer en la literatura antropológica fue advertida por la antropología de la mujer que identificó al androcentrismo epistemológico en tres niveles: a) visión personal del antropólogo que incorpora suposiciones sobre las relaciones entre hombres y mujeres;  b) el efecto distorsionador de la sociedad que considera a la mujer como subordinada al hombre; c) los antropólogos guiados por su experiencia cultural, comparan las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres de sociedades no occidentales con su propia sociedad. Si bien la antropología de la mujer situó el síntoma del modelo androcéntrico en la construcción de conocimiento etnográfico, es con la antropología feminista en donde la categoría de género forma parte del análisis de la sociedad humana.  En esta fase de la antropología toma en cuenta el tema de la diferencia, considerando la variable de raza y, a la vez, saliendo del anterior parámetro de análisis de la mujer universal y la opresión patriarcal homogénea;  por consiguiente el aporte de la antropología feminista fue fundamental  para el desarrollo de la teoría feminista en el trabajo de representación de la diversidad en detrimento de la semejanza universal.




[1] HALL, Stuart Representation: Cultural Representations and Signifying Practices. London: Sage Publications, 1997. Traducido por Elías Sevilla Casas. Recuperado el 5 de Abril de 2016 en  http://metamentaldoc.com/14_El_trabajo_de_la_representacion_Stuart_Hall.pdf
[2] SHIPIBOS CONIBOS Los Hijos del Sol y la Luna. En Leyendas Shipibo, 2010. Recuperado el 6 de Abril de 2016 en http://shipibosconibos5toc.blogspot.pe/2010/07/leyendas-shipibo.html
[3] CASANTO, Enrique.  Poñaantsi. Relatos sobre el origen Aschaninca. Lima: Universidad Nacional de San Marcos y Universidad de Saketchewan, 2008.
[4] BHABHA, Homi, Articular lo arcaico, en: El lugar de la cultura, Manantial, Buenos Aires, 2002 pp. 155-173
[5] MOORE, Henrietta, Antropología y feminismo, Catedra, Madrid, 1991, pp. 13-57









No hay comentarios:

Publicar un comentario