Por Raúl Rosales León
El sistema de género es una categoría útil para
entender y comprender una determinada realidad. En ese sentido, el trabajo de
representación al construir sentido a través del lenguaje (Stuart Hall)[1]
produce categorías que explican las relaciones que conforman el sistema de
género. Las relaciones que conforman el sistema de género son legitimadas y
naturalizadas por medio del trabajo de representación enunciados por
determinados grupos culturales.
Un ejemplo es la explicación del origen de la etnia
Shipibo de la amazonia peruana[2]. En el mito los hijos del sol y los hijos de la
luna representa el origen de las relaciones de género en el sistema de género
shipibo. El mito señala que Dios creo dos astros (Sol y Luna) que eran
divinidades que no podían juntarse nunca; pero desobedecieron el mandato de
Dios y como producto de su unión prohibida, la luna estuvo embarazada. Como se
puede apreciar la construcción del sistema binario de género de la etnia
Shipibo Conibo es construida y legitimada por medio de la representación
cultural del mito reseñado: Dios creo a dos astros-divinidades, uno representa
lo masculino (Sol) y la otra representa lo femenino (Luna). En la misma lógica en la etnia Ashaninca existe
el relato de origen[3] en
donde El Dios Sol enseñó a los hombres las técnicas de pescar, caza y la
utilidad de las plantas medicinales; y la madre Luna enseñó a las mujeres a
hilar, tejer, ayudar en la siembre y cuidar a los hijos y esposo. Con este relato se representó y, a la vez, se
legitimó los roles de los hombres y mujeres de la etnia asháninca dentro del
sistema de género.
Pero el género por ser parte de un trabajo de
representación cultural conlleva a una problematización. Si el género es una
construcción cultural, entonces el sistema de género (contenido del enunciado) queda definido y
construido por un enunciante. El
enunciante no es neutral porque está condicionado por el lugar de enunciación
que son las condiciones sociales, económicas y culturales desde donde se
produce el contenido de la enunciación. En ese sentido, al existir diversos lugares de
enunciación en donde se interrelacionan las variables de género, clase y raza,
los contenidos de los enunciados van a ser diferentes sobre los mismos hechos
de la realidad que enunciados. Un
ejemplo es el caso de las mujeres que trabajan en hogares ajenos para brindar
servicio de limpieza; desde la posición de empleadora (blanca) que vive en un
distrito residencial en Lima representa a la mujer que brinda el servicio como
la “chica” , pero desde la posición de una mujer sindicalizada (chola), se
representa como trabajadora del hogar.
¿Por qué el trabajo de representación de una de las partes enuncia el
significante chica y por otro lado se enuncie el significante trabajadora del
hogar, si finalmente se habla de la misma mujer? La respuesta es el vínculo problemático entre
la categoría (chica vs trabajadora del hogar) y la realidad (mujer que brinda
servicios de limpieza en un hogar ajeno) porque los sujetos enunciadores tienen
distintas formas de representar la realidad y actuar en ella. La empleadora que
tiene su chica no la considera como trabajadora con derechos laborales, sino
como alguien que debe estar agradecida por conseguirle trabajo; en cambio desde
el sindicato la trabajadora del hogar tiene los mismos derechos que cualquier
persona que trabaje (CTS, Seguro Social, Vacaciones etc).
En el capítulo VII titulado “ARTICULAR LO ARCAICO.
Diferencia cultural y sinsentido colonial” escrito por Homi Bhabha en el texto El Lugar de la Cultura[4]
se observa la deconstrución del trabajo de representación cultural del
sujeto colonial británico que produce discursos sobre el sujeto colonizado en
la India por medio de la novela colonial. Tanto el Pasaje a la India (E.M. Foster) como El Corazón de las Tinieblas (Joseph Conrad) son las novelas que
Homi Bhabha utiliza en calidad de objetos culturales para analizar el
sinsentido colonial que produce un orden colonial, la verdad colonial sobre la
otredad localizado en el territorio de la India. Este territorio y su población son
representados como un pasado arcaico. La voz de la literatura colonial
representaba al otro colonial haciéndolo sumergir en el silencio por medio de
los relatos del imperio. El sinsentido colonial realiza una interpretación de
la Otredad colonial por medio de un orden que es estructurado en un espacio
colonial representados mediante los relatos del imperio que produjo una
dicotomía entre civilizado y bárbaro / cultura y naturaleza / urbanidad y caos;
por medio del trabajo de representación de la narrativa colonial se naturaliza
la imagen de otredad ajena a la civilización, cultura y urbanidad. Pero en este sinsentido colonial se encuentra
el trauma, es decir, el síntoma de una sociedad colonizada, la cual como todo
síntoma hace que ocurra una falla en el orden simbólico sobre las categorías
que representan la realidad de la India colonizada. De un momento a otro, el síntoma retorna y
representa lo silenciado desde otro lugar de enunciación diferente a la
enunciación colonial, es decir desde una posición postcolonial.
La relación conflictiva entre la categoría y la
realidad se visualiza en el texto de Henrrieta Moore titulado Antropología y Feminismo[5].
En este texto analiza la crítica feminista en la antropología social en donde
el problema no es la base empírica (la mujer no estuvo ausente en las
etnografías de sociedades no occidentales), sino en la representación en el
campo epistemológico. La mujer no fue
ajena a la antropología social, pero fue un grupo silenciado porque el modelo
androcéntrico estuvo presente en los estudios etnográficos que trasladaron su
visión patriarcal occidental al análisis de la mujer en sociedades no
occidentales. La antropología enfoco el estudio de la mujer en el espacio
doméstico: matrimonio, parentesco y rituales
femeninos. Esta representación de la mujer en la literatura antropológica fue advertida
por la antropología de la mujer que identificó al androcentrismo epistemológico
en tres niveles: a) visión personal del antropólogo que incorpora suposiciones
sobre las relaciones entre hombres y mujeres;
b) el efecto distorsionador de la sociedad que considera a la mujer como
subordinada al hombre; c) los antropólogos guiados por su experiencia cultural,
comparan las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres de sociedades no
occidentales con su propia sociedad. Si bien la antropología de la mujer situó
el síntoma del modelo androcéntrico en la construcción de conocimiento
etnográfico, es con la antropología feminista en donde la categoría de género
forma parte del análisis de la sociedad humana.
En esta fase de la antropología toma en cuenta el tema de la diferencia,
considerando la variable de raza y, a la vez, saliendo del anterior parámetro
de análisis de la mujer universal y la opresión patriarcal homogénea; por consiguiente el aporte de la antropología
feminista fue fundamental para el
desarrollo de la teoría feminista en el trabajo de representación de la
diversidad en detrimento de la semejanza universal.
[1] HALL,
Stuart Representation: Cultural
Representations and Signifying Practices. London: Sage
Publications, 1997. Traducido por Elías Sevilla Casas. Recuperado el 5 de Abril
de 2016 en http://metamentaldoc.com/14_El_trabajo_de_la_representacion_Stuart_Hall.pdf
[2]
SHIPIBOS CONIBOS Los Hijos del Sol y la Luna. En Leyendas Shipibo, 2010. Recuperado
el 6 de Abril de 2016 en http://shipibosconibos5toc.blogspot.pe/2010/07/leyendas-shipibo.html
[3]
CASANTO, Enrique. Poñaantsi. Relatos sobre el origen Aschaninca. Lima: Universidad
Nacional de San Marcos y Universidad de Saketchewan, 2008.
[4]
BHABHA, Homi, Articular
lo arcaico, en: El lugar de la cultura, Manantial, Buenos Aires, 2002
pp. 155-173
[5] MOORE, Henrietta, Antropología
y feminismo, Catedra, Madrid, 1991, pp. 13-57
No hay comentarios:
Publicar un comentario