viernes, 7 de septiembre de 2018

Ética y Masculinidades



Por Raúl Rosales León


El pasado miércoles 5 de Septiembre se realizó un coloquio libertario titulado “Ética y Política” el cual contó con la participación del congresista Humberto Morales y la escritora Rocío Silva Satisteban. El congresista planteó su exposición identificando al neoliberalismo como el culpable que la izquierda pierda su valor ideológico; al señor AG y la señora K como representantes de la corrupción en el Perú.  Luego continuó la exposición de la escritora quien marcó la cancha señalando que la pregunta por la ética no debe empezar con los otros (neoliberalismo, derecha, AG y K) sino por la ética de nosotros: la izquierda. El giro ético del coloquio libertario puso en agenda la necesidad de deconstruir la cultura machista en los partidos políticos de izquierda que tuvo como uno de sus indicadores al congresista Humberto Morales quien enunció en un debate político: "a mí me enseñó una cosa mi madre: las mujeres después de ser chismosas, son mentirosas".

Antes de ponerme a deconstruir la masculinidad del otro (congresista), mejor arranco con el análisis ético de mi masculinidad.  Debo confesar que me gusta el fútbol, juego fútbol y soy hincha de la selección peruana. Pero este deporte ¿qué tiene de malo? Si el pueblo peruano ha sido feliz con la clasificación de la selección peruana al Mundial Rusia 2018 luego de algunas décadas de derrotas y frustraciones. En el campo de las ciencias sociales, si bien Aldo Panfichi denuncia el machismo de algunos compatriotas contra mujeres rusas en el Mundial, señala que el fútbol es una ventana privilegiada para observar los procesos de cambio de una sociedad: “es el momento de actuar y consolidar los elementos positivos del cambio cultural, dejando de lado aquellas taras que nos retrasan y avergüenzan”.

Frente al optimismo del cambio cultural que ofrece el fútbol para el fortalecimiento de la identidad nacional, es necesario analizar algunos puntos de fuga desde el enfoque de género.  En primer lugar, el fútbol forma parte del sistema de género que es el conjunto de normas, pautas y valores que una sociedad establece para determinar los patrones de lo masculino y femenino. La familia, la escuela, la religión, universidad, deporte, entre otros ejes estructuran el sistema de género. En el ámbito del deporte, el fútbol genera los mayores sentimientos de identidad nacional que estructuran las condiciones de reproducción del sistema de género. Es necesario tener en cuenta que el sistema de género es jerárquico otorgando mayores recursos y privilegios a la posición masculina. Esta posición es configurada como práctica de género a través del fútbol, el cual es conocido como el deporte Rey.  

Si bien el fútbol fortalece la identidad nacional, también reproduce la identidad de género y, específicamente, la masculinidad hegemónica (Connell). Es menester tener en cuenta que el fútbol es un juego creado por hombres a fines del Siglo XIX en Inglaterra. La universalización de este deporte legitima la posición masculina en el marco de la matriz heterosexual mundial. Si bien actualmente existe fútbol femenino (Mujeres Fútbol Club), este tiene como patrón de juego las características de la masculinidad hegemónica. Un ejemplo de patrón de masculinidad hegemónica es Paolo Guerrero quien es el jugador peruano considerado como un héroe deportivo por su valentía y sacrificio (Alonso Paucho). Paolo es el referente de la identidad nacional y también de la identidad hegemónica de género. No importa si eres hombre o mujer, si juegas fútbol con valentía y sacrificio en el campo deportivo se tendrá el reconocimiento de la masculinidad hegemónica.
      
Retornando al giro ético del coloquio libertario, la deconstrucción de la masculinidad debe empezar por uno mismo: enunciando su lugar de enunciación en el marco de un sistema de género. En esta lógica, tomo conciencia que mi inocente gusto por el fútbol en el fondo legitima las jerarquías y brechas de género. Si en el análisis de la ética y masculinidades solo se visualiza y condena al otro machista, se pierde la ruta del cambio cultural desde la mismidad. Por ese motivo, en materia de ética y política el enfoque de género te debe mover desde la vida cotidiana hasta las políticas públicas.