sábado, 17 de diciembre de 2016

Ideología de Género o Falta de Rigor



Raúl Rosales León (Waro)

Empiezo haciendo memoria de una ponencia de Daniel del Castillo titulada Fantasmas de la Masculinidades cuando escribe en la primera línea lo siguiente: En todo salón de clases hay un “lorna” y un “maricón”. De esta forma él empieza analizando el microcosmos del aula escolar en donde se construyen jerarquías y se aprende desde muy temprana edad el ejercicio de la exclusión contra otros niños. Según el autor esto sucede por el horror a la ambigüedad y, por consiguiente, en las clases es necesario fabricar su lorna y su maricón para afirmar la masculinidad hegemónica de los demás estudiantes.

Luego en la investigación de tesis de Kenny Pérez y Sofía Donaires conceptualizan estos hechos discriminatorios contra el acusado de maricón de la clase como bullying homofóbico que significa: la agresión de uno o varias persona (agresores) dirigida a un individuo (víctima) adolescente hombre a razón de sus características “poco masculinas”, “amaneradas” o “débiles” que amenazan la masculinidad de los demás adolescentes hombres en el entorno escolar” (2014:26).  Por ese motivo, en la investigación se concluye que es preciso que las autoridades estatales competentes adopten las acciones y medidas (legislativas, administrativas, entre otras) pertinentes que incluyan un enfoque de derechos humanos y de género.

Como las políticas públicas en materia educativa no pueden ser cómplices del bullying homofóbico y otras formas de discriminación por orientación sexual, mediante Resolución Ministerial Nº 281-2016-MINEDU se aprobó el Currículo Nacional de la Educación Básica (Currículo Nacional). En el perfil de egreso de la Educación Básica del estudiante: “asume la interculturalidad, la equidad de género y la inclusión como formas de convivencia para un enriquecimiento y aprendizaje mutuo. Se relaciona armónicamente con el ambiente, delibera sobre los asuntos públicos, sintiéndose involucrado como ciudadano, y participa de manera informada con libertad” (2016:07). Por ese motivo, el Currículo Nacional incluye el enfoque de igualdad de género en donde todas las personas, independientemente de su identidad de género, tienen el mismo potencial para aprender y desarrollarse plenamente.

Frente a esta política pública ha surgido una corriente de opinión que se opone al enfoque de género tildándolo de “ideología de género”. Esta corriente de opinión no es un producto nacional, sino que tiene un alcance internacional con una multiplicidad de actores: fariseos, académicos, profesionales y organizaciones sociales defensores de la vida y la familia. La primera pregunta para esta variopinta corriente de opinión es ¿qué es la ideología de género? La respuesta en común es la siguiente: esa ideología que sostiene que el sexo no es un dato biológico, sino una construcción social”. La siguiente pregunta es ¿qué entienden por ideología?, pero no existe un desarrollo sobre este concepto, solo enuncia el paquete completo: ideología de género.  

Es necesario señalar que existe un campo teórico y debate abierto sobre la ideología. Terry Eagleton afirma que nadie ha sugerido una adecuada definición de ideología. Según el autor: “la palabra ideología se podría decir, es un texto, enteramente tejido con un material de diferentes filamentos conceptuales” (1997:20). Existen diversas maneras de definir la ideología. Una de las definiciones es considerarla como falsa conciencia, es decir, la ideología como irreal, seudociencia, una fantasía desconectada de la realidad. Otra definición consiste en ideas o creencias que contribuyen a legitimar los intereses de un grupo o una clase dominante a través de la distorsión de la realidad.

Estas dos formas de comprender la ideología están filtrada en la categoría ideología de género.  Un ejemplo es la campaña Con mis hijos no te metas con un mensaje en donde el Ministerio de Educación (MINEDU) a través del Currículo Nacional se adoctrinará los postulados de la ideología de género a los niños en el colegio. Se entiende la ideología de género como falsa conciencia (postulado) e impositivo (MINEDU) como el nuevo eje del mal.

Sostengo que la falta de rigor de la categoría ideología de género consiste en homogenizar las diferentes teorías de género, obviando sus debates, tensiones conceptuales y desplazamientos teóricos. El significante ideología de género tiene utilidad de propaganda ideológica de los sectores conservadores. Se construye la categoría de ideología de género como una forma de descalificación. Al homogenizar las diversas teorías de género como una ideología no separan la paja del trigo.

Por una parte, la ideología de género hace operativa su propaganda ideológica para enfrentarse contra la teoría queer y la categoría cuerpo que corresponden a un desplazamiento teórico en el marco de la teoría post-estructuralista. Según Judith Butler el sexo es una categoría cultural y, por lo tanto, el sexo no puede ser analizado como algo natural e inmutable. Será el discurso de la naturaleza por medio de la biología que tiene como base el conocimiento científico que construye la categoría de sexo. Es decir el sexo no es un dato biológico de la naturaleza. En ese sentido, desde la materialidad de cuerpo como focus cultural del género se abre la posibilidad de singularizar las identidades. Desde esta perspectiva la identidad no es universal relacionado con la matriz heterosexual, sino que el género al ser performativo conforma las identidades.  Es en base a la categoría cuerpo que se trasciende la matriz heterosexual para las diversas identidades de género que conforman la comunidad LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales).  

Por otra parte, la ideología de género no coincide con la categoría teórica sexo-género que proviene irónicamente de los Estudios de Género. La categoría sexo-género estructura una división analítica entre el sexo como un dato biológico y el género como una construcción cultural. Si la categoría ideología de género sostiene que el sexo no es un dato biológico, entonces la categoría sexo-género afirma lo contrario: el sexo es un dato biológico. Por ese motivo, desde esta perspectiva analítica se define el género como la construcción cultural de lo masculino y femenino en la sociedad a partir de la diferencia biológica.  La categoría sexo-género luego en la década de los noventas será cuestionada por la teoría queer y la categoría cuerpo.   

El Currículo Nacional de la Educación Básica aprobado por el Ministerio de Educación (MINEDU) asume la categoría sexo-género porque no se cuestiona el sexo como un dato biológico. Según el Currículo Nacional: “Si bien aquello que consideramos “femenino” o “masculino” se basa en una diferencia biológica sexual, estas son nociones que vamos construyendo día a día, en nuestras interacciones” (2016:17). Si bien lo femenino y masculino es una construcción cultural, tiene como base la diferencia biológica sexual. El Currículo Nacional en ninguna página sostiene que el sexo no es un dato biológico, pero la propaganda conservadora sin rigor analítico afirma que la ideología de género está filtrada.  Como se puede apreciar la falta de rigor de la categoría ideología de género confunde a la opinión pública, fabrica pistacos de la homosexualidad, reproduce la intolerancia y la discriminación.

Irónicamente la ideología de género homofóbica filtrada en la campaña Con mis hijos no te metas no permite ver más allá de sus lentes ideológicos que existen en las escuelas niños y niñas de carne y hueso víctimas del bullying homofóbico. Así como los adultos (papá y mamá) fabrican la ideología de género para mantener el sistema heterosexual, sus hijos en las escuelas fabrican maricones (con quienes se pueden meter) para afirmar su masculinidad. 


jueves, 10 de noviembre de 2016

Performace y representación de género

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Por: Raúl Rosales León (Waro)

La performance es un conjunto de rituales (profanos y sagrados) y acciones cotidianas repetitivas que fortalecen la posición masculina y femenina en el sistema de género.  Según Beatriz Preciado[1] la noción de performance ha servido para desnaturalizar la diferencia sexual y abrir el debate sobre los esencialismos biológicos deterministas. 

Es necesario señalar que Beatriz Preciado hace un análisis de la categoría performance estableciendo tres etapas. La primera etapa está radicada en el campo del discurso psicoanalítico con Joan Riviére cuya conferencia titulada “Womanliness as mascarade” establece la primeras definición de género como una máscara, vale decir, como una representación. Según Beatriz Preciado: “Lo que le interesa a Rivieré es una triple disociación entre sexo anatómico, las prácticas sexuales y las prácticas culturales de la femeneidad” (2009:114). En la segunda etapa la categoría de performance adquiere una dimensión crítica y reflexiva a través del arte en la década de los 60 y 70 tas; según Beatriz Preciado: “un verdadero instrumento de contestación social y transformación del espacio público” (2009:116), y en base a esta lógica el performance produce e inventa un sujeto político del feminismo. Finalmente Beatriz Preciado aborda el tercer eje del desarrollo de la categoría del performance con la emergencia de la escena del drag queen que fue un referente para la conceptualización de performance por Judith Butler. 

Para entender la relación entre performance y representación es necesario partir del concepto de Stuart Hall sobre representación.  El autor señala que la representación es la producción de sentido a través del lenguaje[2].  Resulta importante el significante “producción”  para aterrizar la comprensión de la categoría representación con el aporte de Teresa de Lauretis por medio del concepto tecnología de género.  Según Teresa de Luretis[3] el género en una producción así como el proceso de representación; y en esta lógica la autora[4] afirma lo siguiente: “como seres sociales, las mujeres se construyen a partir de los efectos del lenguaje y la representación” (1992:29);  La autora analiza el cine como una tecnología social (género) como un aparato semiótico y material que significa, representa y constituye al sujeto.

El performance y la representación son complementarias para comprender la complejidad de las relaciones de género. Un ejemplo, el fútbol que es una tecnología de género que produce una representación y autorepresentación sobre la posición masculina porque en la práctica del fútbol se estructura un performance que ritualiza la actividad física dentro de reglas de juego. La actividad física está dentro de las coordenadas disciplinarias del cuerpo en el campo deportivo a través de aprendizaje de técnicas para poder jugar fútbol. Parafraseando a Simone de Beauvoir: “no se nace jugador de fútbol, se llega a serlo”.   




[1] Preciado, Beatriz, “Género y performance”, en Debate Feminista. Año 20, Vol. 40. Octubre 2009. Pp. 42 – 75.
[2] Hall, Stuart Representation: Cultural Representations and Signifying Practices. London: Sage Publications, 1997. Traducido por Elías Sevilla Casas. Recuperado el 8 de Junio de 2016 en  http://metamentaldoc.com/14_El_trabajo_de_la_representacion_Stuart_Hall.pdf
[3] Lauretis, Teresa, “La tecnología del género”, en: Technologies of Gender: Essays on Theory, Film, and Fiction, Boomington: Indiana University Press, 1987.
[4] De Lauretis, Teresa, Alicia ya no. Feminismo, semiótica, cine. Catedra, Madrid, 1992, p. 25-62.

viernes, 28 de octubre de 2016

La Colonialidad del Poder y la Interseccionalidad


Por Raúl Rosales León (Waro)

La interseccionalidad permite una mirada integral de las relaciones de poder articuladas por las categorías de raza, clase, género y sexualidad; desde una perspectiva María Lugones realiza una crítica a la propuesta de la Colonialidad del Poder acuñado por Aníbal Quijano.   Según Quijano la Colonialidad de Poder se articula con cuatro áreas de existencia humana: sexo, trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad. María Lugones en su artículo Colonialidad y Género cuestiona la utilización de la categoría sexo por Aníbal Quijano porque reproduce las limitaciones del feminismo occidental impulsado por las mujeres blancas quienes consideran al patriarcado como la única categoría explicación sobre las relaciones de poder del sistema de género.  

Según Quijano la disputa, control y acceso al sexo (mujeres indígenas y afrodescendientes) como un recurso y producto define el eje de la dominación en el marco de la colonialidad y la modernidad.   María Lugones hace compleja está perspectiva al visualizar que Aníbal Quijano asume el sexo como una categoría relacionada a la biología, es decir, al orden de la naturaleza. Esta lógica del control del sexo coincide con la lógica del patriarcado que asume a las sociedades no occidentales en el marco del sistema de género binario. María Lugones discrepa con esta perspectiva y afirma que en el proceso de colonialización se estableció la heterosexualidad en las sociedades dominadas reprimiendo otros sistemas de género.

María Lugones abre la categoría de la “Colonialidad del Poder” de Aníbal Quijano para acuñar la categoría “Colonial / Moderno Sistema de Género” para entender el lugar del género de las sociedades precoloniales y, a la vez, comprender los cambios impuestos por el capitalismo eurocéntrico moderno en el proceso de colonización.  A través de la interseccionalidad se percibe la imposición del sistema heterosexual a las mujeres indígenas y afrodescendientes quienes tenían mayor agencia que las mujeres blancas occidentales. La diferenciación sexual que es el punto epistemológico nodal de la categoría patriarcado explica la situación de subordinación de las mujeres occidentales (Contrato Sexual de Carole Pateman), pero no tiene la misma eficacia explicativa en los sistemas de género del tercer mundo.  

María Lugones establece evidencia sobre la existencia de sociedades precoloniales las cuales no estaban conformadas por procesos identitarios heterosexuales. Muestra los aportes de Oyéronké Oyewúmí quien analizó la opresión de género impuesto a la sociedad Yoruba en donde se estableció una binaria oposición entre hombres y mujeres que fue una herramienta de dominación occidental porque subordinaron a las mujeres líderes de dichas sociedades.  La segunda evidencia fue mostrada por Paula Gunn Allen quien analizó algunos grupos étnicos nativos americanos señalando que eran matriarcales y, por consiguiente, reconocían positivamente tanto a la homosexualidad como al «tercer» género, y entendían al género en términos igualitarios. Según Allen señala que entre las ochenta y ocho tribus que reconocían la homosexualidad en términos positivos se encontraban: Apaches, Navajos, Winnebagos, Cheyennes, Pima, Crow, Shoshoni, Paiute, Osage, Acoma, Zuñi, Sioux, Pawnee, Choctaw, Creek, Seminole, Illinois, Mohave, Shasta, Aleut, Sac Y Fox, Iowa, Kansas, Yuma, Aztec, Tlingit, Maya, Naskapi, Ponca, Maricopa, Lamath, Quinault, Yuki, Chilula, Y Kamia. Paula Gunn Allen señala que en veinte de estas tribus se incluían referencias específicas al lesbianismo.

La diversidad de género en el tercer género fue reprimido por el capitalismo eurocéntrico heterosexual estructurando la colonialidad/sitema moderno de género. Un ejemplo para mostrar la mirada colonial sobre los colonizados es la película El Renacido (The Revenant) que representa a las etnias nativas de América del Norte como naturalmente heterosexuales. El encuentro de dos mundos también es heterosexual cuando la película muestra las representaciones del explorador Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) y una mujer nativa de cuya relación amorosa nació Hawk. Como se puede apreciar la tecnología de género (Teresade Lauretis) por medio del cine reproduce y legitima los procesos identitarios del el sistema binario de género. 







martes, 2 de agosto de 2016

El papel del cuerpo en la producción de identidades


Por: Raúl Rosales León

El papel del cuerpo consiste en abrir múltiples posibilidades de singularizar las identidades;  desde la perspectiva de Judith Butler[1] dicho papel parte del supuesto que el sexo es una categoría cultural y, por lo tanto, el sexo no puede ser analizado como algo natural e inmutable.  El discurso de la naturaleza por medio de la biología (que tiene como base el conocimiento científico) construye la categoría de sexo.  Pero desde el análisis postestructuralista de Judith Butler se cuestiona la dicotomía sexo / género que es superada por la categoría cuerpo.  En ese sentido, desde la materialidad de cuerpo como focus cultural del género se abre la posibilidad de singularizar las identidades.

Según Judith Butler desde el discurso del feminismo que constituye el sujeto mujer que al constituirlo proporciona una identidad universal. Esta identidad (cerrada) de mujer entra al campo de representación política que parte del supuesto de la existencia de una opresión universal.  Un patriarcado que universaliza la identidad del hombre.  La crítica de Butler radica que la identidad universal del sujeto del feminismo legitima el sistema binario, es decir, la heterosexualidad obligatoria. En base a la matriz heterosexual los géneros se hacen inteligibles para hacer coherente la relación entre sexo, género y práctica sexual.

Frente a la matriz heterosexual obligatoria Butler se propone a desustantivizar la categoría de género para analizarlo como una producción performantiva que es normalizada con un conjunto de práctica regulatorias. Desde esta perspectiva la identidad no es universal relacionado con la matriz heterosexual, sino que el género al ser performativo conforma las identidades.  Esto es factible según Butler porque el sexo no pude ser considerada como una verdad interior de disposiciones e identidad, ella argumentará: “que es una significación performativamente realizada (y, por tanto, que no «es») y que, al desembarazarse de su interioridad y superficie naturalizadas, puede provocar la proliferación paródica y la interacción subversiva de significados con género” (2015:99). Será en este contexto que la materialidad del cuerpo singulariza las identidades de género al poder subvertir la matriz heterosexual.

Un ejemplo para comprender el cuerpo en su papel de singularizar las identidades se puede mostrar en la película Zelig (1983) de Woody Allen.  En formato de documental Woody Allen hace conocer la historia de Leonard Zelig un ciudadano norteamericano que fue todo fenómeno en las décadas de los años 20 del siglo pasado. Él sufre un síntoma psicológico que le ocasiona un cambio permanente de personalidad, en consecuencias él logra adaptarse con mucha facilidad a diferentes grupos y clases de personas: ricos, pobres, negros, chinos, indios, republicanos, demócratas, fascistas, etc. Este caso clínico fue tomado por la doctora Eudora Fletcher (psiquiatra), interpretada por la actriz Mia Farro, quien hace un diagnóstico sobre Zelig. La doctora Fletcher para entender el síntoma de Zelig lo compara con un camaleón humano porque él cambia de identidad, principios y convicciones proporcionándole una gran habilidad de adaptación inmediata con las personas que lo rodean. 

Como se puede apreciar en la película no es el cuerpo (bajo el discurso de la naturaleza) que construye la identidad de Zelig, sino que la materialidad de su cuerpo culturalizado que proporciona la posibilidad de construcción de diversas identidades.  




[1] Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Paidos, Barcelona, 2007, pp. 45-99.


viernes, 1 de julio de 2016

El fútbol como una institución masculinizante




Por: Raúl Rosales León

El papel de las instituciones es fundamental para incorporar en los cuerpos los mandatos del sistema género en el marco de una subjetividad situada de los individuos. Una vez incorporados en los cuerpos las mismas instituciones reproducen las relaciones sociales de género articulado con la raza, la clase y sexualidad. La eficacia de la incorporación de los mandatos del sistema de género en los cuerpos se debe al “poder disciplinario” establecida en la sociedad moderna.  

Según Michael Foucault[1] el poder disciplinario es “una modalidad mediante la cual el poder político y los poderes en general logran, en última instancia, tocar cuerpos, aferrarse a ellos, tomar en cuenta los gestos, los comportamientos, los hábitos, las palabras” (2007:59).  En ese sentido, las instituciones se encarnan en los cuerpos a través de la disciplina por medio de un conjunto de técnicas.  En este punto es importante la relación que hace Michael Foucault entre el control y la escritura en relación a la captura permanente y global del cuerpo del individuo. Según el autor los cuerpos, los comportamientos y los discursos de la gente son rodeados por un tejido de la escritura estableciéndose una relación directa y continua entre la escritura y los cuerpos.  Foucault señala que en última instancia el objetivo del poder disciplinario en la producción de cuerpos sujetos con una pisque que establece la normalización como prescripción universal para todos los individuos así constituidos.

A parte de los ejemplos de instituciones que canalizan el poder disciplinario en los cuerpos como la escuela, la cárcel, el ejército y la policía, propongo la institución del deporte.    Dentro de la cartografía del sistema de género en donde el discurso de la naturaleza fija la posición de lo masculino y lo femenino en las relaciones sociales de género, la institución del deporte reproduce dicha posición binaria. Dentro de la institución del deporte se establece una división sexual del deporte en donde se posiciona la práctica deportiva en relación al sexo de las personas. Es así que el fútbol surge como un deporte que disciplina los cuerpos de los hombres a mediado del Siglo XIX en Inglaterra.

Si bien el fútbol era una práctica difundida en Inglaterra fue necesario establecer reglas homogéneas para que los diferentes equipos jugaran bajo las mismas condiciones.  Es decir se introducía el poder disciplinario por medio de la escritura plasmada en reglas de juego. El primer intento de reglas fue elaborado en 1848 por estudiantes de de la Universidad de Cambridge, dichas reglas fueron clavadas en los árboles de parques y campus para que todos tengan claro cuáles son los condicionantes que rigen la práctica del Fútbol[2].   Luego en 1863 se fundó Asociación de Fútbol de Inglaterra oficializando el primer reglamento de fútbol que fue redactado en la Taverna Freemasons' de Londres por representantes de clubes de fútbol[3]. Luego la práctica del fútbol forma parte de la enseñanza de los colegios privados de Inglaterra como una forma de disciplinamiento masculino de los cuerpos de los alumnos. 

En el Perú la práctica del fútbol ingresa por las colonias inglesas en Lima y luego en el Gobierno de Augusto B. Leguía se forma la Federación Peruana de Futbol en 1922 que luego fue reconocida por la FIFA en 1924. En esa década el fútbol forma parte de la enseñanza escolar con el objetivo de promover la formación física (cuerpo) del nuevo hombre (disciplinado) como un sujeto sujetado en clave de masculinidades.  




[1] Foucault Michel, El poder psiquiátrico. Curso en el College de France (1973-1974), FCE, México, 2007, pp. 57-80.
[2] El Fútbol y más allá.  Las Reglas del Fútbol, 2016. Recuperado el 5 de Mayo de 2016 en   http://elfutbolymasalla.com/las-reglas-del-futbol/
[3] FIFA. Las Reglas de Juego, s/f.  Recuperado el 5 de Mayo de 2016 en  http://es.fifa.com/about-fifa/who-we-are/the-laws/

miércoles, 1 de junio de 2016

La dicotomía privado/público desde el enfoque de género



¿Cómo la dicotomía privado/público ha construido el sistema de género? (Martín Jaime)
Por: Raúl Rosales León
La dicotomía privado / público ha construido el sistema de género porque logró naturalizar la diferencia sexual entre hombres y mujeres al ubicarlos en cada una de las esferas de mencionada dicotomía. Según Carole Pateman[1] la forma de legitimación de ambas esferas, determinado por el sexo, fue sustentada por medio de una historia política denominada como el contrato social, es decir, un contrato originario narrado por los teóricos clásicos (Hobbes, Rousseau, Locke, Mill, Kant, etc) que sustentaron las bases de la democracia moderna liberal.

El aporte de Carole Pateman es el análisis de los relatos del contrato social para hacer un giro en la reflexión y detectar una falla en el sistema liberal.  Si el contrato social asume un acuerdo entre sujetos libres e iguales en el espacio público ¿por qué las mujeres fueron asignadas en el espacio privado?  La respuesta de la autora se enfoca en visualizar otro tipo de contrato que naturaliza el accionar de las mujeres en el ámbito privado, es decir, el contrato sexual.   La dicotomía privado / público en el ámbito político reproduce el sistema de género.

La moderna teoría política es puesta en tela de juicio porque son los hombres quienes asumen la universalidad de individuos y ciudadanos son quienes llegan a consensos en la vida democrática.  Pero esa libertad e igualdad entre ellos solo es factible por la opresión y desigualdad de las mujeres quienes no forman parte del consenso del contrato social.   Es decir el contrato social no puede existir sin el contrato sexual, por ese motivo, la vida política y la ley del derecho es una construcción patriarcal que favorece a los hombres en la democracia moderna. Por ese motivo, la crítica de Carole Pateman al liberalismo político es fundamental para repensar la supuesta naturalización de la diferencia sexual en las esferas pública y privada.

Otro aspecto tomado por Carole Pateman es el desplazamiento del contrato sexual en el contrato matrimonial en donde se establece el acceso de los hombres al cuerpo de las mujeres.  La institución del matrimonio tiene consecuencias legales y sociales al naturalizar a la mujer en el ámbito doméstico sin derecho a la participación y vida política.  Por ese motivo, en Europa a finales del Siglo XIX e inicio del XX surgió el movimiento de mujeres denominado como las sufragistas quienes exigieron el derecho a la ciudadanía y vida política en iguales condiciones que los hombres.  Una voz de crítica al contrato social establecido entre hombres. 

El Perú no fue ajeno a las consecuencias del contrato sexual y está se encuentra reflejada en la primera Constitución Política de 1823 de la naciente República.  En el Artículo 17 se establece los requisitos para ser ciudadano: 1.- Ser peruano; 2.- Ser casado o mayor de veinticinco años; 3.- Sabe leer y escribir, cuya calidad no se exigirá hasta después del año de 1840;  4.- Tener una propiedad, o ejercer cualquiera profesión, o arte con título público, u ocuparse en alguna industria útil, sin sujeción a otro en clase de sirviente o jornalero.  Como se puede apreciar las mujeres peruanas no tuvieron derechos a la ciudadanía siendo posicionadas  en el ámbito privado, mientras que los hombres legitimaron su poder en el Estado republicano heterosexual.



[1] Pateman, Carole, El contrato sexual, Editorial Anthropos, Barcelona, 1995, pp. 9-30


lunes, 23 de mayo de 2016

Tecnología de Género



Por: Raúl Rosales León


El texto Tecnología de Género[1] empieza con el análisis de Teresa de Lauretis sobre las limitaciones de la noción de género como diferencia sexual dentro del pensamiento crítico feminista.  Cuando la categoría diferencia sexual solo alude a la diferencia entre hombres y mujeres surge la primera limitación porque se produce una oposición sexual universal que obstaculiza en análisis de la diferencia dentro de las mujeres.  No todas las mujeres son iguales. La segunda limitante de mencionada categoría es que se está encerrada en una prisión del lenguaje en donde no puede  comprender y explicar a sujetos múltiples y contradictorios.   


La autora señala que la forma de deconstruir la diferencia sexual para comprender sujetos heterogéneos y contradictorios es a través de la categoría de tecnología de género.  Esta línea conceptual surge de los aportes teóricos de Michael Foucault sobre la tecnología del sexo  para analizar el género más allá de la diferencia sexual y, específicamente, analizarlo en el campo de la representación y autorepresentación y como producto de variadas tecnologías sociales.


Teresa de Lauretis señala que el género es una representación con repercusiones en la vida material, en donde dicha reproducción es una construcción que no está ajena al campo ideológico.  Por ese motivo, en base a la propuesta de Althusser (Aparatos Ideológicos del Estado), Lauretis considera que el género es una ideología que constituye a sujetos hombres y mujeres.  Es decir, la ideología no puede ser ajena a la producción y reproducción de las relaciones de género, por ese motivo, el género no representa a un individuo, sino a una relación social.  Según Teresa de Luretis el género en una producción así como el proceso de representación y, por ende, desde la propuesta de Altusser el género puede ser analizado como una “tecnología de género”.


Teresa de Lauretis al comprender el género como una representación social y, ésta a la vez, como una construcción subjetiva que puede afectar las representaciones de género, esto posibilita la apertura de una agencia y de autodeterminación de los individuos en un nivel subjetivo.   En este punto la autora abre un debate con Althusser porque para él la ideología no deja nada afuera, es decir, no existe una capacidad de agencia de los individuos atrapados por los Aparatos Ideológicos del Estado. Solo es posible visualizar la ideología como engaño y mistificación desde el campo de la ciencia.   En este punto Teresa de Lauretis encuentra un punto de reflexión porque el feminismo no es ajeno a la ideología (burguesa y heterosexismo) siendo algunas veces cómplices de las instituciones sociales y aparatos culturales.  Frente a esta complicidad surgió una crítica feminista (con líneas de análisis raciales, sexuales y de clase) que cuestionaron a las feministas blancas y de clase media.


Es necesario señalar que la propuesta de Teresa de Lauretis se basó en la práctica de la auto-conciencia como parte de su historia, compromiso en la realidad social y en los espacios de las comunidades feministas. Según la autora es necesaria la práctica de autoconciencia en la propia condición personal como mujer en condiciones sociales y políticos en relación a otras mujeres; de ahí que se deriva la conciencia de género.  Por ese motivo, Lauretis no coincide con las posiciones feministas esencialistas y míticas (pasado matriarcal, ecológico, matrifocal) no tocada por la ideología.   Como resultado de ello se establece un Estado ideal de la igualdad de género sin alterar las relaciones sociales existentes y las estructuras heterosexuales.  Por ese motivo los límites y riesgos de una visión de género como diferencia sexual porque reproduciría el sistema heterosexista.


Por ese motivo, es necesario el movimiento dentro y fuera del género como representación ideológica. Teresa de Lauretis analiza dicho movimiento con la metáfora “fuera del plano” tomado de la teoría del cine para designar al espacio no visible en el cuadro; en cambio en el cine de vanguardia  el fuera del plano existe, su ausencia se evidencia en el cuadro. De la misma manera el sujeto del feminismo, construido en los márgenes del fuera del plano, tiene que hacer el movimiento de atrás para adelante para mostrar la representación de género en el espacio discursivo hegemónico y en los intersticios institucionales.


Comentario


Si bien la autora señala que es necesaria la crítica al discurso hegemónico concerniente al género, será en las prácticas micropolíticas en donde se encontrarán las resistencias cotidianas que proporcionarían agencia al sujeto, es decir, en las producciones culturales feministas dentro y fuera de la ideología que cuestiona la diferencia sexual.  Un movimiento de un espacio pre-representado por una representació que  se construye en los márgenes del discurso hegemónico, entre grietas e intersticios institucionales, de los aparatos poder-saber.


El texto de Teresa de Lauretis no logra profundizar las prácticas micropolíticas como producto de los procesos de representación.  Las limitaciones en el campo de las prácticas sociales en la reproducción de identidades de género fue visualizado por Hortensia Moreno[2] quien utiliza la noción de tecnologías de género como herramienta conceptual en el estudio del deporte. 


En el marco del análisis de tecnología de género  planteado por Teresa de Lauretis, Hortensia Moreno reelabora dicho concepto como procedimientos históricos, sociales, culturales e intencionales. Según Hortencia Moreno: “la idea de procedimiento me remite al ámbito de la representación, pero también al ámbito de la acción: se trata de un campo del “hacer” cuya finalidad es la producción de sujetos diferenciados a partir de la atribución de pertenencia a una de dos clases (hombre/mujer) con características y cualidades definidas en función de una supuesta complementariedad mutua” (Moreno 2011:51).  A diferencia de Teresa de Lauretis, Moreno profundiza la dimensión material que naturaliza los discursos en la práctica social. Por ese motivo, Moreno señala que el campo de los deportes es una de las instituciones más eficaces para implantar la tecnología de género que organiza y define dicho campo como un espacio masculino. 


El aporte de Teresa de Lauretis con el concepto de Tecnología de Género abre nuevas posibilidades de análisis y reflexión a nuevas/os investigadoras/es en la comprensión de las relaciones de género en el marco de las representaciones y prácticas sociales.   



[1] Lauretis, Teresa, “La tecnología del género”, en: Technologies of Gender: Essays on Theory, Film, and Fiction, Boomington: Indiana University Press, 1987.

[2] Moreno, Hortensia  “La noción de tecnologías de género como herramienta conceptual en el estudio del deporte”. En Revista Punto Género Nº1.  México, 2011. Recuperado el 14 de Mayo de 2016 en

viernes, 20 de mayo de 2016

Las instituciones sociales en la construcción de una subjetividad situada



¿Cuál es el papel de las instituciones sociales en la construcción de una subjetividad situada (por el género, la clase, la raza  y la sexualidad)? Coloque ejemplos (Martín Jaime)


Por: Raúl Rosales León


El papel de las instituciones es fundamental para incorporar en los cuerpos los mandatos del sistema sexo-género en el marco de una subjetividad situada de los individuos. Una vez incorporados en los cuerpos las mismas instituciones reproducen las relaciones sociales de género articulado con la raza, la clase y sexualidad. La eficacia de la incorporación de los mandatos del sistema de género en los cuerpos se debe al “poder disciplinario” establecida en la sociedad moderna.  


Según Michael Foucault[1] el poder disciplinario es “una modalidad mediante la cual el poder político y los poderes en general logran, en última instancia, tocar cuerpos, aferrarse a ellos, tomar en cuenta los gestos, los comportamientos, los hábitos, las palabras” (2007:59).  En ese sentido, las instituciones se encarnan en los cuerpos a través de la disciplina por medio de un conjunto de técnicas.  En este punto es importante la relación que hace Michael Foucault entre el control y la escritura en relación a la captura permanente y global del cuerpo del individuo. Según el autor los cuerpos, los comportamientos y los discursos de la gente son rodeados por un tejido de la escritura estableciéndose una relación directa y continua entre la escritura y los cuerpos.  Foucault señala que en última instancia el objetivo del poder disciplinario en la producción de cuerpos sujetos con una pisque que establece la normalización como prescripción universal para todos los individuos así constituidos.


A parte de los ejemplos de instituciones que canalizan el poder disciplinario en los cuerpos como la escuela, la cárcel, el ejército y la policía, propongo la institución del deporte.    Dentro de la cartografía del sistema de género en donde el discurso de la naturaleza fija la posición de lo masculino y lo femenino en las relaciones sociales de género, la institución del deporte reproduce dicha posición binaria. Dentro de la institución del deporte se establece una división sexual del deporte en donde se posiciona la práctica deportiva en relación al sexo de las personas. Es así que el fútbol surge como un deporte que disciplina los cuerpos de los hombres a mediado del Siglo XIX en Inglaterra.


Si bien el futbol era una práctica difundida en Inglaterra fue necesario establecer reglas homogéneas para que los diferentes equipos jugaran bajo las mismas condiciones.  Es decir se introducía el poder disciplinario por medio de la escritura plasmada en reglas de juego. El primer intento de reglas fue elaborado en 1848 por estudiantes de de la Universidad de Cambridge, dichas reglas fueron clavadas en los árboles de parques y campus para que todos tengan claro cuáles son los condicionantes que rigen la práctica del Fútbol[2].   Luego en 1863 se fundó Asociación de Fútbol de Inglaterra oficializando el primer reglamento de fútbol que fue redactado en la Taverna Freemasons' de Londres por representantes de clubes de fútbol[3]. Luego la práctica del fútbol forma parte de la enseñanza de los colegios privados de Inglaterra como una forma de disciplinamiento de los cuerpos de los estudiantes varones. 


En el Perú la práctica del fútbol ingresa por las colonias inglesas en Lima y luego en el Gobierno de Augusto B. Leguía se forma la Federación Peruana de Futbol en 1922 que luego fue reconocida por la FIFA en 1924. En esa década el fútbol forma parte de la enseñanza escolar con el objetivo de promover la formación física (cuerpo) del nuevo hombre (disciplinado) como un sujeto sujetado.




[1] Foucault Michel, El poder psiquiátrico. Curso en el College de France (1973-1974), FCE, México, 2007, pp. 57-80.
[2] El Fútbol y más allá.  Las Reglas del Fútbol, 2016. Recuperado el 5 de Mayo de 2016 en   http://elfutbolymasalla.com/las-reglas-del-futbol/
[3] FIFA. Las Reglas de Juego, s/f.  Recuperado el 5 de Mayo de 2016 en  http://es.fifa.com/about-fifa/who-we-are/the-laws/

viernes, 13 de mayo de 2016

Lugar de las mujeres (y hombres) en el sistema económico contemporáneo


¿Cuál es el lugar de las mujeres (y los hombres) en el sistema económico contemporáneo a partir del análisis de los modos de producción y la redistribución de bienes? (Martín Jaime)

Por: Raúl Rosales León

Tomo por ejemplo mi familia para responder desde una perspectiva microsocial.   Mi papá y mamá son adultos mayores con algunas diferencias económicas; mientras que mi padre solicitó su jubilación anticipada para recibir una pensión mensual, mi madre sigue trabajando gratis sin derecho a descansar y jubilación. La pregunta es ¿por qué la existencia de esta desigualdad entre mis padres? La repuesta se basa en el posicionamiento de ambos en el sistema económico a partir de los modos de producción y distribución de bienes. En pocas palabras mi padre por el mismo hecho de ser hombre tuvo un trabajo remunerado como gerente de ventas de una empresa, mientras que mi madre por el hecho mismo de ser mujer se dedicó a ser ama de casa, trabajando gratis y con amor a la familia.

El caso familiar narrado no es un hecho aislado, sino estructural que fue conformado por la división sexual del trabajo que organiza la sociedad a partir del sexo del hombre y la mujer. Y esta división sexual del trabajo construye un modelo de sociedad.  Según Amaia Pérez Orozco[1] El Estado de bienestar es el modelo que reproduce la división sexual del trabajo porque el papel del Estado y las instituciones económicas son portadoras de género.  Es decir, el Estado no es una entidad neutral al género sino que reproduce el sistema económico en donde los hombres tienen mayores ventajas laborales que las mujeres.  El Estado de Bienestar europeo en el marco de un capitalismo fordista reconoce como titular de derecho a la familia nuclear en donde el hombre asalariado es la cabeza de familia, mientras que la mujer de la casa es dependiente.

Desde una perspectiva política Silvia Federici[2] establece su crítica al núcleo duro del capitalismo por naturalizar el trabajo doméstico de las mujeres: un trabajo sin salario. Este rol de las mujeres es fundamental para el sistema capitalista porque creó a la ama de casa para servir al trabajador masculino, física, emocional y sexualmente.  Según Federici el amor y matrimonio conforman el fraude que legitima la posición de la mujer en el sistema capitalista para servir al hombre de forma gratuita. Por ese motivo, la propuesta de un salario doméstico tiene una implicancia revolucionaria porque desnaturaliza la división sexual del trabajo cuestionando el capitalismo y, por ende, a la jerarquía masculina.

En el marco de un sistema de género la división sexual del trabajo contribuye a naturalizar el posicionamiento y función de hombres y mujeres en los modos de producción y la redistribución de bienes.  Esta naturalización de la esfera laboral estructura un compartimento estanco, es decir, un parámetro de género que divide a hombres y mujeres por el mismo hecho de ser hombres y mujeres.  Esta división sexual del trabajo al final del camino favorece más a los hombres como es el caso de mi padre quien obtuvo su jubilación anticipada, mientras que mi madre sigue trabajando cuidando con amor y cariño al nieto de forma gratuita y sin jubilación.    




[1] Pérez, Amia, Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, Traficantes de sueños, Madrid, 2014, pp. 125-138.
[2] Federici, Silvia, Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, Traficantes de sueños, Madrid, 2013, pp. 35-49

viernes, 29 de abril de 2016

Raza y Sistema de Género



 
Por: Raúl Rosales León


La naturalización de la naturaleza de la raza estructura otorga un poder explicativo para legitimar la desigualdad social.  Según Verena Stolcke[1] las categorías de género, clase y raza son constitutivas de la desigualdad social que produce experiencias comunes y diferencias por el hecho de ser mujer. En ese sentido, la construcción de la categoría raza constituye el sistema de género en las relaciones contemporáneas porque la desigualdad también naturaliza el sexo otorgando un determinismo (hombres y mujeres) en roles y funciones parametrados en el sistema de género. 
 
Un ejemplo sobre la naturalización de la desigualdad social con las categorías de raza, género y clase es el sketch humorístico titulado las Tías Pitucas de la Molina el cual fue trasmitido en el Especial del Humor de Frecuencia Latina.  El sketch parte del hecho “real” sobre la división territorial, cultural y racial entre dos distritos, La Molina y Ate Vitarte, separados por una reja.  En el distrito de la Molina se encuentran las vecinas residenciales de piel blanca, de clase alta y civilizadas; en el otro lado de la reja se encuentra la “Otredad” representado por el popular distrito de Ate Vitarte en donde se encuentran los cholos con una serie de características inherentes como pobres, vulgares y violentos. Las pitucas son racistas y naturalizan la desigualdad social por medio de la reja. Ni juntos ni revueltos, cada quien en su espacio natural.
 
Si solo utilizamos la categoría de género no se podría explicar la hegemonía de las mujeres pitucas frente a los cholos.  Por ese motivo, la inclusión de las categorías de raza y clase amplia el marco interpretativo del sistema de género que produce.  En este punto fue importante el análisis crítico de Bell Hooks quien señalo la urgencia de articular las categorías de género, raza y clase en el análisis del núcleo duro de la opresión. Por ese motivo Bell Hooks[2] afirmó lo siguiente: las mujeres blancas pueden ser víctimas del sexismo, pero el racismo les permite actuar como explotadoras y opresoras de la gente blanca” (2004:49).  En esta lógica, si bien puede existir opresión de género en el distrito de la Molina, las pitucas por su condición de clase y raza discriminan a los cholos de Ate Vitarte.
 
Si bien la justificación ideológica del racismo  tiene como punto central epistemológico la raza asociado a la naturaleza, Verena  Stolcke abre el debate porque este hecho racial es también una construcción simbólica y cultural: la naturalización de la naturaleza de la raza. Es necesario tener en cuenta que el feminismo de la segunda ola  tuvo que diferenciar el sexo del género para cuestionar el determinismo biológico que define a la mujer (atributos, roles y espacios) por el hecho de ser mujer biológica. En cambio el género está referido a la construcción cultural de los femenino y masculino teniendo como base la diferencia sexual (biológica).  La reflexión de Stolcke cuestiona la dualidad sexo / género porque la supuesta diferencia sexual (biológica) también es una construcción cultural.  Si el sexo es una categoría, la categoría de género no tendría una base natural para la construcción simbólica.  Sería como una especie de categoría que se construye en base a otra categoría.  





[1] Stolcke, Verena, ¿es el sexo para el género lo que la raza para la etnicidad…y la naturaleza para la sociedad? En: Revista: Política y Cultura 2000 (14), disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/267/26701403.pdf


[2] Hooks, Bell "Mujeres Negras: Dar forma a la teoría feminista", en Otras inapropiables, Madrid: Editorial Traficantes de Sueños, 2004.