Por Raúl Rosales León
En el actual contexto de crisis que atraviesa
nuestra sociedad por la presencia del coronavirus, Marcela Huaita escribió un
artículo titulado Tiempos de crisis: Las mujeres, el Estado y la carga del cuidado. Suscribo las ideas de la autora y, específicamente, la siguiente
afirmación: “Las
mujeres no podremos dedicarnos a teletrabajar si no compartimos las tareas de
cuidado. Esta crisis debe ser también una oportunidad para replantear los roles
en la casa”. La cuarentena de quince días decretado por el Presidente Martín Vizcarra
es la oportunidad para tomar conciencia de la necesidad de fomentar las nuevas
masculinidades y, de esta manera, avanzar en el camino hacia la igualdad de
género en el Perú.
La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (INEI, 2010) demuestra
que las actividades relacionadas con las tareas domésticas y el cuidado
son realizadas en mayor porcentaje de tiempo por las mujeres. Según el INEI con los resultados se
constata la vigencia de una tradicional división sexual del trabajo entre los
géneros donde los hombres tienen mayores oportunidades para las actividades
remuneradas fuera del hogar. Desde los estudios de las masculinidades la
división sexual del trabajo estructura un modelo de masculinidad hegemónica
(Connell) que fortalece su identidad rechazando las actividades domésticas y de
cuidado por considerarla femeninas con menor prestigio social.
Frente a este modelo de masculinidad hegemónica,
conceptualizado por el pensamiento feminista como patriarcado, surge una
propuesta crítica que construye un modelo alternativo de masculinidad. De esta manera surge la categoría de nuevas
masculinidades como alternativa al patriarcado y el machismo. Según Leonardo García las nuevas masculinidades responden a la pregunta por el poder en la construcción
de la identidad de género de los hombres. Este nuevo modelo comparte las
premisas epistemológicas del pensamiento feminista donde las relaciones de género
son construcciones sociales. No existe una naturaleza femenina y masculina
reflejada en la división sexual del trabajo, sino que forma parte de una
ingeniería social estructurado por el sistema patriarcal. La masculinidad como
una construcción social puede reinventarse para llegar a ser nueva masculinidad
y, de esta manera, un hombre puede cocinar (sin necesidad de ser chef),
limpiar la vivienda y cuidar a los/as bebes y niñas/os.
Pero ejercer las nuevas masculinidades en pleno
funcionamiento de la división sexual del trabajo es complicado porque se
argumenta que “no hay tiempo” y “existen otras cosas que hacer”. Los hombres que se resisten a cambiar y dejar sus privilegios se escudan en su rol "natural" y exclusivo de proveedores (como si las mujeres no lo fueran) para decir que no pueden invertir mayor tiempo en
las actividades del hogar. Pero esta excusa sustentada por la división sexual
del trabajo ha recibido un golpe fulminante por el fenómeno del coronavirus que
siguiendo la pista analítica de Slavoj Zizek lo compara como un golpe a lo Kill Bill.
La
cuarentena de millones de familias obliga a los hombres proveedores a quedarse
en la casa posibilitando un nuevo pacto sexual (Carole Pateman) relacionado con el replanteamiento de los roles de género en la
casa.
En este contexto es oportuno fomentar las nuevas
masculinidades para democratizar las
actividades domésticas y la carga del cuidado. Los hombres pueden poner
en práctica ideas relacionadas con las responsabilidades compartidas y el
ejercicio de paternidades afectivas. Si antes el hombre no podía hacer el almuerzo a su hijo, bañarlo y cambiarle de ropa, ahora tiene la gran oportunidad. Resulta curioso que por redes sociales varios hombres en el tiempo de la
cuarentena ejerzan las nuevas masculinidades sin saberlo al mostrar las fotos
de los platos de comida que prepararon sin salir de casa.
Por este motivo, el tiempo de cuarentena puede servir para replantear los roles de género y poner en la agenda de las políticas públicas el fomento de nuevas masculinidades. De lo contrario, será otra oportunidad perdida a un año de celebrar el bicentenario nacional.
Por este motivo, el tiempo de cuarentena puede servir para replantear los roles de género y poner en la agenda de las políticas públicas el fomento de nuevas masculinidades. De lo contrario, será otra oportunidad perdida a un año de celebrar el bicentenario nacional.
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