Por Raúl Rosales León
El pasado miércoles 5 de Septiembre se
realizó un coloquio libertario titulado “Ética y Política” el cual contó con la
participación del congresista Humberto Morales y la escritora Rocío Silva Satisteban.
El congresista planteó su exposición identificando al neoliberalismo como el
culpable que la izquierda pierda su valor ideológico; al señor AG y la señora K
como representantes de la corrupción en el Perú. Luego continuó la exposición de la escritora
quien marcó la cancha señalando que la pregunta por la ética no debe empezar
con los otros (neoliberalismo, derecha, AG y K) sino por la ética de nosotros:
la izquierda. El giro ético del coloquio libertario puso en agenda la necesidad
de deconstruir la cultura machista en los partidos políticos de izquierda que tuvo como uno
de sus indicadores al congresista Humberto Morales quien enunció en un debate político: "a mí me enseñó una cosa mi madre: las mujeres
después de ser chismosas, son mentirosas".
Antes de ponerme a deconstruir la
masculinidad del otro (congresista), mejor arranco con el análisis ético de mi
masculinidad. Debo confesar que me gusta
el fútbol, juego fútbol y soy hincha de la selección peruana. Pero este deporte
¿qué tiene de malo? Si el pueblo peruano ha sido feliz con la clasificación de
la selección peruana al Mundial Rusia 2018 luego de algunas décadas de derrotas
y frustraciones. En el campo de las ciencias sociales, si bien Aldo Panfichi denuncia el
machismo de algunos compatriotas contra mujeres
rusas en el Mundial, señala que el fútbol es una ventana privilegiada para
observar los procesos de cambio de una sociedad: “es el momento de actuar y
consolidar los elementos positivos del cambio cultural, dejando de lado
aquellas taras que nos retrasan y avergüenzan”.
Frente al optimismo del
cambio cultural que ofrece el fútbol para el fortalecimiento de la identidad
nacional, es necesario analizar algunos puntos de fuga desde el enfoque de género.
En primer lugar, el fútbol forma parte
del sistema de género que es el conjunto de normas, pautas y valores que una
sociedad establece para determinar los patrones de lo masculino y femenino. La
familia, la escuela, la religión, universidad, deporte, entre otros ejes
estructuran el sistema de género. En el ámbito del deporte, el fútbol genera los
mayores sentimientos de identidad nacional que estructuran las
condiciones de reproducción del sistema de género. Es necesario tener en cuenta
que el sistema de género es jerárquico otorgando mayores recursos y privilegios
a la posición masculina. Esta posición es configurada como práctica de género a
través del fútbol, el cual es conocido como el deporte Rey.
Si bien el fútbol
fortalece la identidad nacional, también reproduce la identidad de género y,
específicamente, la masculinidad hegemónica (Connell). Es menester tener en
cuenta que el fútbol es un juego creado por hombres a fines del Siglo XIX en Inglaterra.
La universalización de este deporte legitima la posición masculina en el marco
de la matriz heterosexual mundial. Si bien actualmente existe fútbol femenino (Mujeres Fútbol Club),
este tiene como patrón de juego las características de la masculinidad hegemónica.
Un ejemplo de patrón de masculinidad hegemónica es Paolo Guerrero quien es el jugador
peruano considerado como un héroe deportivo por su valentía y sacrificio (Alonso Paucho). Paolo es el referente de la identidad nacional y también de la
identidad hegemónica de género. No importa si eres hombre o mujer, si juegas fútbol
con valentía y sacrificio en el campo deportivo se tendrá el reconocimiento de
la masculinidad hegemónica.
Retornando al giro ético del coloquio
libertario, la deconstrucción de la masculinidad debe empezar por uno mismo:
enunciando su lugar de enunciación en el marco de un sistema de género. En esta lógica, tomo conciencia que mi inocente gusto por el fútbol en el fondo legitima
las jerarquías y brechas de género. Si en el análisis de la ética y masculinidades solo
se visualiza y condena al otro machista, se pierde la ruta del cambio cultural
desde la mismidad. Por ese motivo, en materia de ética y política el enfoque de
género te debe mover desde la vida cotidiana hasta las políticas públicas.
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