Por: Raúl Rosales león
En mis iniciales aprendizajes en el Diplomado de Estudios de Género en
el año 2009 tuve la oportunidad de leer un artículo de Ralph Bolton titulado
“Machismo en Movimiento”. Bolton es un antropólogo norteamericano quien analizó
la construcción de la masculinidad de los choferes de camiones en el sur andino
del Perú. Luego de 10 años me acordé del
artículo porque estoy trabajando en el sector transporte para incorporar el
enfoque de género en la Gestión de la Infraestructura Vial a nivel de los
Gobiernos Locales Provinciales. Cotejando el artículo de Bolton con la realidad
del sector transporte se puede decir que el machismo sigue movimiento.
Las condiciones de producción de machismo en movimiento se inician en los
primeros años de vida. Me refiero a los juguetes que los niños y niñas usan
para divertirse y moldear su identidad de género. En las tiendas comerciales
estructuran una división sexual de los juguetes: por un lado, se encuentran los
autos, camiones y tractores destinados a los niños y, por el otro lado, las
muñecas y la cocinita destinadas a las niñas. Desde temprana edad el género está
movimiento estableciendo pautas y modelos para preparar a los niños
desenvolverse en el sector transporte.
Mi caso no es la excepción a la regla porque en mi niñez no me
compraban camiones, sino tanques de guerra. Mi papá fue militar de infantería y
manejaba los tanques rusos de la época de presidente Juan Velasco Alvarado. En
ese tiempo quería ser como mi papá y, por consiguiente, también quería manejar
tanques. Tuve mi primer sueño cumplido cuando él me hizo entrar en un tanque de
guerra en el Cuartel Hoyos Rubio en el Rímac. Luego mi papá dejó la vida militar para
incursionar el mundo comercial en una empresa familiar asociada al sector
transporte. Quería trabajar en la empresa como mi papá quien era gerente de
ventas y tenía su oficina con frigobar en donde me invitadan gaseosas (ver la foto). El
personal de la empresa me trató muy bien y me decían “Raulito”.
Actualmente, mi papá trabaja vendiendo camiones y es su nieto (mi sobrino
y ahijado) Adriano Rosales León quien lo acompaña los días domingo para ver los
camiones. Mi papá tiene la habilidad para
manejar los camiones algo que es del agrado de mi sobrino ahijado quien asume el
papel de copiloto. Una vez fui testigo del machismo en movimiento cuando le
pregunté a mi sobrino ahijado “¿Quieres que en el siguiente paseo la abuela y tu mamá
también suban al camión? Él no quería que ellas suban y manejen el camión. De un momento a otro, mi papá dio una
pedagógica explicación: “las mujeres no suben al camión porque se pueden caer”,
lo cual generó una reacción de mi mamá, hermana y el suscrito tildando a mi
papá de machista. Lamentablemente, mi sobrino ahijado escucho dicha explicación que justifica la marginación de las mujeres en el sector transporte.
Una semana antes de mencionado incidente, tuve un viaje laboral a un Gobierno
Local Provincial de la región Puno con el objetivo de participar en un taller
para que la población priorice caminos viales. Cuando fue el turno de mi
intervención para sensibilizar sobre género lo primero que hice fue consultar a
los participantes ¿Por qué no hay mujeres en el taller? Un señor representante
de un centro poblado rural me respondió: “no hay mujeres choferes” y los
asistentes se rieron. Esta respuesta y la complicidad de las risas de los
asistentes confirmaron que el machismo sigue movimiento naturalizando las desigualdades de género. Finalmente, el reto de la reducción
de las brechas de género en el sector transporte exige que el que género te
mueva desde la vida cotidiana hasta las políticas públicas.
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