domingo, 13 de agosto de 2017

¿Es necesario otro modelo de masculinidad?



Por Raúl Rosales León (Waro)

Mafalda tiene una irónica reflexión: “El gran problema de la familia humana consiste que todos quieren ser el padre”.  La interrogante que surge es ¿por qué todos quieren ser el padre y no la madre, el hijo o la hija? La respuesta es el poder y los privilegios.  La violencia en la familia no se puede comprender fuera del campo del poder y la dominación del padre, es decir, la violencia masculina. Este modelo masculinidad del padre tradicional y autoritario reproduce la jerarquía del sistema de género a través de la violencia que mantiene los privilegios simbólicos y materiales.

Otro modelo de masculinidad es posible en el marco de un cambio cultural. Si entendemos la cultura como modelo de vida, entonces la construcción de un nuevo modelo de masculinidad implica la democratización de los privilegios.  No se trata de desaparecer el poder de las relaciones de género, sino de democratizar el poder en el sistema de género.  La democratización de los privilegios de la dominación masculina es el reto para la construcción de un nuevo tipo de masculinidad y, por consiguiente, del sistema de género.

Es necesario tener en cuenta que la literatura sobre violencia de género muestra que los cambios culturales no están relacionados directamente con el avance normativo.  La ley no es garantía de cambio cultural. Según Rita Segato[1] existe una contradicción entre los avances normativos para erradicar la violencia de género y la violencia cotidiana que viven las mujeres. La autora afirma que existe una tensión entre la ley y la moral tradicional patriarcal que establece el orden de género que legitima la dominación masculina que se reproduce por medio de la violencia de género.  Desde esa lógica, la tradición moral patriarcal se filtra en la ley moderna. La investigación de Jaris Mujica[2] también coincide con la lógica del “filtro” porque en el Perú existe un avance en la legislación sobre violaciones sexuales, pero no se ha eliminado los prejuicios que permanece en los imaginarios populares y los operadores de justicia (moderna) que siguen legislando bajo la moralidad tradicional en base al honor sexual.             

¿Por dónde empezar la construcción de las nuevas masculinidades?  Primero tomando conciencia crítica de la mochila de género. Una mochila que contiene los aprendizajes culturales del sistema de género que interioriza a través de las creencias sociales, ideológicas y normativas que se ponen en práctica para reproducir dicho sistema en la familia, la escuela, el trabajo, el partido político, etc.  Como la mochila es una metáfora para hablar de la cultura, entonces no es cuestión de cambiar de mochila por una nueva e inmaculada.  No se puede cambiar de cultura así como cambiar de mochila.  Esa mochila de género la tenemos que cargar de forma consciente o inconsciente.  Entonces se puede cambiar los contenidos de la mochila de género visualizando la necesidad del cambio de los modos de vida. El problema surge cuando se cree que estamos ajenos al peso de mochila de género en el marco de la neutralidad, es decir, pensar que somos sujetos sin estar sujetado en el sistema de género.

Una forma de construir el cambio cultural es a través de la transversalización del enfoque en las políticas y gestión de las entidades públicas que son responsables de los temas de educación, salud, inclusión, justicia, economía, transporte y comunicaciones, entre otros. Estos elementos son parte fundamental del sistema de género. Un elemento es el sector educación a nivel de los tres niveles de gobierno: nacional, regional y local.  Si bien existen avances en el sector educación a nivel normativo como la Directiva de Lenguaje Inclusivo, existen limitaciones porque no se está aplicando. Así lo demostró el análisis de Magrith Mena en su ponencia "Tracciones en la representación de las relaciones de género”. Un análisis a materiales curriculares dirigidos a docentes". En este estudio se muestra la reproducción de estereotipos de género inscritas en las Rutas del Aprendizaje desarrolladas por el Ministerio de Educación.  En las reflexiones finales Magrith Mena plantea la necesidad de incorporar nuevas representaciones de masculinidades en el ámbito doméstico.  Pero se supone que la Directiva de Lenguaje Inclusivo del MINEDU debe aportar a la construcción de representaciones sociales de género igualitarias en el marco del enfoque de género.     

La pregunta consiste en conocer si el funcionariado del MINEDU tiene conocimiento sobre la existencia de la mencionada Directiva y si encuentra un sentido claro en su aplicación.  Puede ser el caso que se tenga conocimiento de la Directiva, pero que esté considerada como una pérdida de tiempo.  En ese sentido, no es suficiente la lógica de los “manuales técnicos” sobre el enfoque de género y su proceso de transversalización en el aparato del Estado. La tecnocracia de género está transformando la teoría de género en una especie de ideología cerrada, repetitiva y fácil de digerir. Desde una visión crítica Marcela Lagarde señala que la perspectiva de género exige nuevos conocimientos:

Irrita a quienes no quieren aprender, estudiar y hacer esfuerzos intelectuales, a quienes quieren todo facilito, simple y esquemático. Como exige pensar de otra manera y desarrollar comportamientos distintos y un nuevo sentido de la vida, choca también la perspectiva de género con quienes creen que es una técnica o una herramienta para hacer su trabajo, un requisito y nada más. Molesta, indudablemente, a quienes piensan que la perspectiva de género no les toca: que deben modificarse las mujeres objeto de los análisis o de las políticas. Se equivocan. Estas perspectiva exige de mujeres y hombres, toda la puesta en movimiento y cambios personales, íntimos y vitales que no son aceptados por muchas personas que hoy usan el género como si fuera una herramienta técnica, neutra y edulcorable”

En ese sentido los endulcorables manuales técnicos de género me hace recordar un análisis de Carlos Iván Degregori[3] sobre la “revolución de los manuales”.  Esta revolución sucedió cuando los militantes del Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso (PCP-SL) desplazaron la lectura de los teóricos del marxismo por manuales de materialismo histórico y dialéctico.  Según Degregori estos manuales tenían una explicación cerrada de los problemas sociales y, por consiguiente, la solución final: la lucha armada. De igual manera, los manuales de género son la síntesis de la síntesis de la frondosa teoría de género de amplio horizonte del análisis crítico.

La lógica de la revolución de los manuales de género consiste en su utilidad práctica porque los problemas públicos necesitan soluciones urgentes. Lamentablemente está lógica está filtrada en el Estado que se está llenando de manuales para desarrollar capacidades en materia de género y se encuentran definiciones cerradas como la categoría de “enfoque de género”. Las ONG de desarrollo no están ajenas a la revolución de los manuales de género porque las agencias de cooperación exigen que en el diseño de los proyectos se incluyan el enfoque de género.  

Finalmente, la construcción del nuevo modelo de masculinidad no se podrá encontrar en un manual de género ni en una ley.   Este nuevo modelo debe ser una prioridad de la sociedad para cambiar la situación de la violencia de género. La teoría de género y, especial, los estudios de masculinidades pueden brindar un abanico de posibilidades construir procesos de intervención para incidir en los cambios culturales.  La teoría no solo es útil para explicar, sino también para investigar.  En ese sentido, un indicador de la voluntad política de cambio cultural consiste en la asignación presupuestal en la investigación-acción para la construcción del nuevo modelo de masculinidad. Pero eso significa el cuestionamiento de los privilegios de la dominación masculina desde la lógica de la crítica brindada por el discurso feminista en donde lo personal es político.  Si el cuestionamiento surge desde el lado de los privilegiados de la dominación masculina se estaría cavando la tumba de la dominación. Termino el presente artículo al estilo del Manifiesto Comunista: feministos de todo el mundo, uníos!      




[1] SEGATO, Rita. Las estructuras elementales de la violencia. Capítulo I.
[2] MUJICA, Jaris. Violaciones en sexuales en el Perú 2000-2009. http://www.unfpa.org.pe/publicaciones/publicacionesperu/PROMSEX-Violaciones-SexualesPeru-2000-2009.pdf Bibliografía complementaria:
[3] DEGREGORI, Carlos Iván. Qué difícil es ser Dios. El Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso y el conflicto armado interno en el Perú: 1980-1999. IEP, 2010.

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