viernes, 29 de abril de 2016

Raza y Sistema de Género



 
Por: Raúl Rosales León


La naturalización de la naturaleza de la raza estructura otorga un poder explicativo para legitimar la desigualdad social.  Según Verena Stolcke[1] las categorías de género, clase y raza son constitutivas de la desigualdad social que produce experiencias comunes y diferencias por el hecho de ser mujer. En ese sentido, la construcción de la categoría raza constituye el sistema de género en las relaciones contemporáneas porque la desigualdad también naturaliza el sexo otorgando un determinismo (hombres y mujeres) en roles y funciones parametrados en el sistema de género. 
 
Un ejemplo sobre la naturalización de la desigualdad social con las categorías de raza, género y clase es el sketch humorístico titulado las Tías Pitucas de la Molina el cual fue trasmitido en el Especial del Humor de Frecuencia Latina.  El sketch parte del hecho “real” sobre la división territorial, cultural y racial entre dos distritos, La Molina y Ate Vitarte, separados por una reja.  En el distrito de la Molina se encuentran las vecinas residenciales de piel blanca, de clase alta y civilizadas; en el otro lado de la reja se encuentra la “Otredad” representado por el popular distrito de Ate Vitarte en donde se encuentran los cholos con una serie de características inherentes como pobres, vulgares y violentos. Las pitucas son racistas y naturalizan la desigualdad social por medio de la reja. Ni juntos ni revueltos, cada quien en su espacio natural.
 
Si solo utilizamos la categoría de género no se podría explicar la hegemonía de las mujeres pitucas frente a los cholos.  Por ese motivo, la inclusión de las categorías de raza y clase amplia el marco interpretativo del sistema de género que produce.  En este punto fue importante el análisis crítico de Bell Hooks quien señalo la urgencia de articular las categorías de género, raza y clase en el análisis del núcleo duro de la opresión. Por ese motivo Bell Hooks[2] afirmó lo siguiente: las mujeres blancas pueden ser víctimas del sexismo, pero el racismo les permite actuar como explotadoras y opresoras de la gente blanca” (2004:49).  En esta lógica, si bien puede existir opresión de género en el distrito de la Molina, las pitucas por su condición de clase y raza discriminan a los cholos de Ate Vitarte.
 
Si bien la justificación ideológica del racismo  tiene como punto central epistemológico la raza asociado a la naturaleza, Verena  Stolcke abre el debate porque este hecho racial es también una construcción simbólica y cultural: la naturalización de la naturaleza de la raza. Es necesario tener en cuenta que el feminismo de la segunda ola  tuvo que diferenciar el sexo del género para cuestionar el determinismo biológico que define a la mujer (atributos, roles y espacios) por el hecho de ser mujer biológica. En cambio el género está referido a la construcción cultural de los femenino y masculino teniendo como base la diferencia sexual (biológica).  La reflexión de Stolcke cuestiona la dualidad sexo / género porque la supuesta diferencia sexual (biológica) también es una construcción cultural.  Si el sexo es una categoría, la categoría de género no tendría una base natural para la construcción simbólica.  Sería como una especie de categoría que se construye en base a otra categoría.  





[1] Stolcke, Verena, ¿es el sexo para el género lo que la raza para la etnicidad…y la naturaleza para la sociedad? En: Revista: Política y Cultura 2000 (14), disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/267/26701403.pdf


[2] Hooks, Bell "Mujeres Negras: Dar forma a la teoría feminista", en Otras inapropiables, Madrid: Editorial Traficantes de Sueños, 2004.


 

 


viernes, 22 de abril de 2016

Relación entre género y cultura.



 

Por Raúl Rosales León


El sistema de género es una categoría útil para entender y comprender una determinada realidad. En ese sentido, el trabajo de representación al construir sentido a través del lenguaje (Stuart Hall)[1] produce categorías que explican las relaciones que conforman el sistema de género. Las relaciones que conforman el sistema de género son legitimadas y naturalizadas por medio del trabajo de representación enunciados por determinados grupos culturales.


Un ejemplo es la explicación del origen de la etnia Shipibo de la amazonia peruana[2].  En el mito los hijos del sol y los hijos de la luna representa el origen de las relaciones de género en el sistema de género shipibo. El mito señala que Dios creo dos astros (Sol y Luna) que eran divinidades que no podían juntarse nunca; pero desobedecieron el mandato de Dios y como producto de su unión prohibida, la luna estuvo embarazada. Como se puede apreciar la construcción del sistema binario de género de la etnia Shipibo Conibo es construida y legitimada por medio de la representación cultural del mito reseñado: Dios creo a dos astros-divinidades, uno representa lo masculino (Sol) y la otra representa lo femenino (Luna).  En la misma lógica en la etnia Ashaninca existe el relato de origen[3] en donde El Dios Sol enseñó a los hombres las técnicas de pescar, caza y la utilidad de las plantas medicinales; y la madre Luna enseñó a las mujeres a hilar, tejer, ayudar en la siembre y cuidar a los hijos y esposo.  Con este relato se representó y, a la vez, se legitimó los roles de los hombres y mujeres de la etnia asháninca dentro del sistema de género.


Pero el género por ser parte de un trabajo de representación cultural conlleva a una problematización. Si el género es una construcción cultural, entonces el sistema de género  (contenido del enunciado) queda definido y construido por un enunciante.  El enunciante no es neutral porque está condicionado por el lugar de enunciación que son las condiciones sociales, económicas y culturales desde donde se produce el contenido de la enunciación.  En ese sentido, al existir diversos lugares de enunciación en donde se interrelacionan las variables de género, clase y raza, los contenidos de los enunciados van a ser diferentes sobre los mismos hechos de la realidad que enunciados.  Un ejemplo es el caso de las mujeres que trabajan en hogares ajenos para brindar servicio de limpieza; desde la posición de empleadora (blanca) que vive en un distrito residencial en Lima representa a la mujer que brinda el servicio como la “chica” , pero desde la posición de una mujer sindicalizada (chola), se representa como trabajadora del hogar.  ¿Por qué el trabajo de representación de una de las partes enuncia el significante chica y por otro lado se enuncie el significante trabajadora del hogar, si finalmente se habla de la misma mujer?  La respuesta es el vínculo problemático entre la categoría (chica vs trabajadora del hogar) y la realidad (mujer que brinda servicios de limpieza en un hogar ajeno) porque los sujetos enunciadores tienen distintas formas de representar la realidad y actuar en ella. La empleadora que tiene su chica no la considera como trabajadora con derechos laborales, sino como alguien que debe estar agradecida por conseguirle trabajo; en cambio desde el sindicato la trabajadora del hogar tiene los mismos derechos que cualquier persona que trabaje (CTS, Seguro Social, Vacaciones etc).  


En el capítulo VII titulado “ARTICULAR LO ARCAICO. Diferencia cultural y sinsentido colonial” escrito por Homi Bhabha en el texto El Lugar de la Cultura[4] se observa la deconstrución del trabajo de representación cultural del sujeto colonial británico que produce discursos sobre el sujeto colonizado en la India por medio de la novela colonial. Tanto el Pasaje a la India (E.M. Foster) como El Corazón de las Tinieblas (Joseph Conrad) son las novelas que Homi Bhabha utiliza en calidad de objetos culturales para analizar el sinsentido colonial que produce un orden colonial, la verdad colonial sobre la otredad localizado en el territorio de la India.  Este territorio y su población son representados como un pasado arcaico. La voz de la literatura colonial representaba al otro colonial haciéndolo sumergir en el silencio por medio de los relatos del imperio. El sinsentido colonial realiza una interpretación de la Otredad colonial por medio de un orden que es estructurado en un espacio colonial representados mediante los relatos del imperio que produjo una dicotomía entre civilizado y bárbaro / cultura y naturaleza / urbanidad y caos; por medio del trabajo de representación de la narrativa colonial se naturaliza la imagen de otredad ajena a la civilización, cultura y urbanidad.  Pero en este sinsentido colonial se encuentra el trauma, es decir, el síntoma de una sociedad colonizada, la cual como todo síntoma hace que ocurra una falla en el orden simbólico sobre las categorías que representan la realidad de la India colonizada.  De un momento a otro, el síntoma retorna y representa lo silenciado desde otro lugar de enunciación diferente a la enunciación colonial, es decir desde una posición postcolonial. 


La relación conflictiva entre la categoría y la realidad se visualiza en el texto de Henrrieta Moore titulado Antropología y Feminismo[5]. En este texto analiza la crítica feminista en la antropología social en donde el problema no es la base empírica (la mujer no estuvo ausente en las etnografías de sociedades no occidentales), sino en la representación en el campo epistemológico.  La mujer no fue ajena a la antropología social, pero fue un grupo silenciado porque el modelo androcéntrico estuvo presente en los estudios etnográficos que trasladaron su visión patriarcal occidental al análisis de la mujer en sociedades no occidentales. La antropología enfoco el estudio de la mujer en el espacio doméstico: matrimonio, parentesco y  rituales femeninos. Esta representación de la mujer en la literatura antropológica fue advertida por la antropología de la mujer que identificó al androcentrismo epistemológico en tres niveles: a) visión personal del antropólogo que incorpora suposiciones sobre las relaciones entre hombres y mujeres;  b) el efecto distorsionador de la sociedad que considera a la mujer como subordinada al hombre; c) los antropólogos guiados por su experiencia cultural, comparan las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres de sociedades no occidentales con su propia sociedad. Si bien la antropología de la mujer situó el síntoma del modelo androcéntrico en la construcción de conocimiento etnográfico, es con la antropología feminista en donde la categoría de género forma parte del análisis de la sociedad humana.  En esta fase de la antropología toma en cuenta el tema de la diferencia, considerando la variable de raza y, a la vez, saliendo del anterior parámetro de análisis de la mujer universal y la opresión patriarcal homogénea;  por consiguiente el aporte de la antropología feminista fue fundamental  para el desarrollo de la teoría feminista en el trabajo de representación de la diversidad en detrimento de la semejanza universal.




[1] HALL, Stuart Representation: Cultural Representations and Signifying Practices. London: Sage Publications, 1997. Traducido por Elías Sevilla Casas. Recuperado el 5 de Abril de 2016 en  http://metamentaldoc.com/14_El_trabajo_de_la_representacion_Stuart_Hall.pdf
[2] SHIPIBOS CONIBOS Los Hijos del Sol y la Luna. En Leyendas Shipibo, 2010. Recuperado el 6 de Abril de 2016 en http://shipibosconibos5toc.blogspot.pe/2010/07/leyendas-shipibo.html
[3] CASANTO, Enrique.  Poñaantsi. Relatos sobre el origen Aschaninca. Lima: Universidad Nacional de San Marcos y Universidad de Saketchewan, 2008.
[4] BHABHA, Homi, Articular lo arcaico, en: El lugar de la cultura, Manantial, Buenos Aires, 2002 pp. 155-173
[5] MOORE, Henrietta, Antropología y feminismo, Catedra, Madrid, 1991, pp. 13-57









martes, 5 de abril de 2016

De vuelta a los estudios: Maestría de Estudios de Género





Por: Raúl Rosales León

Luego de seis años regreso a la Pontificia Universidad Católica del Perú en calidad de estudiante de la Maestría de Estudios de Género.  En el año 2009 ingresé al Diplomado de Estudios de Género que fue la semilla para elaborar el presente blog de memoria académica; ahora como la historia debe  continuar todos los trabajos (resúmenes, ensayos, trabajos grupales) serán colgados para socializar los diversos análisis desde el enfoque de género.

En el mes de marzo se iniciaron las clases con mucha expectativa.  La primera clase fue con el curso de Debates Actuales dictado por el profesor Juan Carlos Callirgos, siempre dispuesto abrir posiciones y controversia a través de una serie de autoras clásicas del feminismo como Simone de Beauvoir, Betty Friedan y  Bell Hooks; de esta forma se analizará el surgimiento de los feminismos que articulan la variable de raza, clase y sexualidad. Y así sucesivamente se va analizando el debate de género en el mundo contemporáneo

La siguiente clase es de Género y Cultura dictada por Martín Jaime quien es un viejo conocido etnográfico de las aulas sanmarquinas. El curso se revisará desde una perspectiva crítica la producción académica sobre las relaciones de género en el Perú y América Latina desde las teorías de la cultura.   La semana pasada empezamos a analizar el texto el Lugar de la Cultura de Homi Bhabha en donde el sinsentido colonial fue protagonista en el debate de la clase.  Este curso tiene como base la teoría de los estudios culturales con fuerte presencia lacaniana.

Finalmente, para aterrizar lo aprendido en los cursos teóricos en un cuerpo de investigación se encuentra la clase de Seminario de Investigación 1 dictado por Julissa Mantilla.  Es una clase muy particular por la composición del alumnado. Somos cinco estudiantes del curso, de las cuales cuatro son abogadas feministas y comprometidas en la reducción de brechas de género; sus temas de investigación están relacionadas con grandes ideales de búsqueda de igualdad y justicia relacionados con la Sentencias del Tribunal Constitucional, Familia y Género, Acoso Político, Violencia de Género y Cambio Climático. En cambio yo soy el único que no es abogada (soy antropólogo y no me compadezcan) con un tema de tesis cotidiano: los Jueves de Patas, en donde analizo las masculinidades de mi promoción de colegio a través de una tecnología de género deportiva: el fútbol.  


                 (Jueves de Patas de la Promoción 93 del Colegio Nuestra Señora de la Merced)

Solo lamento del presente semestre que el curso de Género y Cultura se dicta los días jueves de 6 a 9 pm. Esta situación hace difícil que pueda ser parte de los Jueves de Patas, 
pero me alegra ver a la promo que mantiene (vía facebook) institucionalizado el ritual de amistad, memoria y la pasión por el fulbito y, luego del performance deportivo, el fullvaso.  El siguiente semestre regreso a la cancha con mi cuaderno etnográfico de campo y la grabadora para las entrevistas, mientras decimos: salud promo!!

Es necesario mencionar que la profesora del curso de Seminario de Investigación 1 también es abogada y me ofreció disculpas por adelantado si el curso tiene un  sesgo muy abogadil.  Le dije que no se preocupe porque mi pareja es abogada y también feminista.  Aprenderé mucho de de la profesora y las compañeras, al igual que los demás cursos que ofrece la Maestría de Estudios de Género.

Finalmente tengo una buena impresión del inicio de esta nueva fase de regreso a la PUCP en calidad de estudiante dispuesto a seguir aprendiendo en el marco de una carrera académico-profesional.   Y me despido con el lema de batalla: ¡¡Que el enfoque de género te mueva desde la vida cotidiana hasta las políticas públicas.!!