lunes, 15 de junio de 2009

El machismo como Otredad

Por: Raúl Rosales León

Una muestra para comprender el análisis del machismo como Otredad es por medio del artículo de Marvin Goldwert titulado "Mexican Machismo: The flight from femininity" que a continuación reseñaré y comentaré. El autor analiza la situación del “macho” contemporáneo como producto histórico de la conquista española en México en donde la violencia guerrera e hipermasculina de los conquistadores feminizó a la población indígena. Esto produjo una estructura dual: español-activo-masculino / indígena-pasivo-femenino. En ese sentido, el machismo mexicano encarnado en los mestizos rechazan los sentimientos de feminidad por medio de la agresividad y la opresión hacia la mujer.

Martín Goldwert analiza la conquista española como un “tiempo de trauma”, el cual hace que el mexicano niegue el papel femenino indígena representado en la figura de la Malinche: madre universal de México. En la sociedad mestiza, el macho atormentado se esfuerza por vencer el sentido de femineidad india para hacer prevalecer la herencia española de agresividad y violencia sobre las mujeres. Entonces, surge el culto a la virilidad machista, el cual estará constantemente alerta contra los sentimientos de feminidad, algo que el autor, basado en el sociólogo Salvador Reyes Nevares denomina la “bisexualidad metafísica”.

Luego de la Independencia el machismo surge con fuerza encarnando la figura de los caudillos. Martín Goldwert afirma que en el siglo XIX México, las masas inseguras podrían comprar su virilidad siguiendo al supremo macho, donde el caudillo incorporó la agresividad sexual, la virilidad y la acción política. Luego de las décadas de inestabilidad y caos bajo caudillos, paternalismo y machismo fueron mezclados en un hombre fuerte supremo: Porfirio Días (1876 – 1910). Pero su gobierno fue excluyente de las masas indígenas y las clases proletarias urbanas, originando la Revolución Mexicana representada en la figura de Pancho Villa, el macho por excelencia por ser un líder agresivo.

El autor señala que la negación de bisexualidad, ha sido nutrido de nuevo en la educación del macho moderno, postrevolucionario mexicano, que es la encarnación viva de los siglos de machismo. Es por ese motivo que los niños varones desarrollan su proceso de sociabilidad negando los sentimientos femeninos. La agresividad del niño se traslada en los diferentes ciclos de vida como novio, esposo y padre, lo cual reproduce el modelo machismo-marianismo en la sociedad mexicana.

Tomando como referente a Octavio Paz, el autor hace una relación entre el machismo y la muerte. Por este motivo, la última prueba de machismo es la “muerte” para rechazar o hacer volar la feminidad. Martín Goldwer, a modo de sugerencia, termina señalando que los mexicanos deben poner pausa a su machismo para adaptarse a las necesidades de una sociedad en transición acelerada y, en vez de aprender a morir, puedan planificar como vivir.

La construcción de la Otredad masculina de los mexicanos, es decir, el machismo, tiene argumentos históricos. Tiene como punto de partida el trauma violento de la Conquista Española, continúa con los caudillos, la Revolución Mexicana (Pancho Villa) y la vida política contemporánea. El problema de la argumentación gravita en la linealidad del tiempo, porque hace entender que el machismo es una esencia que se traslada, sin cambio alguno, por varios periodos de la historia de México. La historia cambia, pero el machismo queda.

El autor para seguir argumentando el modelo de masculinidad entra en el callejón sin salida del sistema binario. Una parte del sistema debe ser necesariamente masculino para negarse con la parte femenina. La autora parte del prejuicioso supuesto que los españoles representan la masculinidad desbordad, violenta y activa, mientras que los indígenas representan la feminidad violentada, sumisa y pasiva. A partir del modelo dual se ubica el machismo como la identidad de género que niega y rechaza lo femenino de forma violenta y agresiva. La reproducción de la violencia política e histórica de México no sería la misma sin el machismo.

Si la historia es uno de los factores que acondicionan el machismo mexicano, el otro factor es la familia. El autor sigue utilizando el modelo dual para analizar a la familia como la célula básica del machismo social. Parafraseando a Simone de Baeuvoir: “el machismo no nace, se hace”. Entonces, desde la infancia el machismo se manifiesta en la vida cotidiana, es decir, desde la formación de los grupos de amigos, los juegos, la forma de vestir, entre otros. Y se traslada a los otros ciclos vitales de la vida hasta llegar a la muerte. El hombre nace, crece, se reproduce, muere, pero el machismo queda.

El modelo dual de Marvin Goldwert es una herramienta que sirve para entender la esencia machista en la historia de México. Pero existe otra dualidad implícita, que se visibiliza al finalizar el artículo cuando propone una sugerencia: es necesario pausar el machismo para que los mexicanos se adapten a las necesidades de una sociedad transición rápida, y ellos (machistas) en vez de aprender a morir, puedan planificar como vivir. Entonces, se estructura la dualidad entre sociedad-muerte / sociedad-planificada. Ambas tienen como eje angular la construcción de la masculinidad que se proyecta en la sociedad.

Finalizo señalando que el artículo del autor es una justificación social de la subalternidad de México en el continente Norte Americano. Invisibiliza los históricos intereses y acciones coloniales de los Estados Unidos sobre México para señalar que el alto grado de machismo hace inviable la planificación de la sociedad. En cambio en las sociedades sin “trauma histórico”, los patriarcas hicieron factible el proceso planificación y modernización. En pocas palabras, la culpa de la anomia social y pobreza estructural de México son los machistas.

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