Marianismo:
la otra cara del machismo en Latinoamérica
Evelyn P. Stevens
El machismo tiene su correlato en otro fenómeno complementario que fortalece el patrón cultural de género en la sociedad latinoamericana. Evelyn Stevens lo denominará “marianismo” como el tipo ideal de mujer mestiza que se caracteriza por el culto simbólico de la superioridad espiritual femenina en contraposición del machismo: culto a la virilidad en la tierra. Entonces, la autora analiza las raíces del marianismo desde los iniciales mitos hasta su actual simbología que influye culturalmente en el comportamiento de las mujeres latinoamericanas.
Los antecedentes del marianismo, según Stevens, se remiten al Viejo Mundo en las culturas precristianas donde existe una adoración a la mujer como un ser divino. La autora hace una arqueología simbólica para demostrar que la mujer había llegado a ser catalogada como diosa (Rusia meridional, Mesopotamia, Europa Suboccidental, España e Italia). Esta visión sagrada de la mujer difiere de la cosmovisión patriarcal del cristianismo primitivo. Pero la mujer entra en la lógica del sistema de culto por medio de la figura de María, cuando es integrada al catolicismo como la Madre de Dios (en el Concilio de Efeo en 431 d.c.). A partir de entonces, existe un culto a la mujer dentro de la visión Católica del mundo.
El culto de la virgen María es difundido por la Iglesia Católica, la cual no fue ajena al proceso de conquista del Nuevo Mundo. Para Stevens la tarea de migrar la creencia marianista fue fácil por la institución sagrada de la colonia. Se menciona el caso de la Virgen de Guadalupe que tiene su origen en México donde un indígena neófito e inculto observó a la virgen María en un sitio de antigua adoración a la diosa Tonantzin, que significa Nuestra Madre. Luego el símbolo religioso se legitimó en la colonia, hasta ser declarada como patrona de Latinoamérica por el Papa Pío X. De esta manera la autora demuestra la importancia mítica y simbólica de la figura marianista en la cultura del Nuevo Mundo. Se estructura un patrón cultura que norma la acción de las mujeres.
El marianismo es una cultura caracterizada por la sumisión, el entendimiento, la tristeza, la paciencia, la resignación, la virginidad, la frigidez nupcial, entre otros. La autora menciona una serie de hechos sociales donde se observa el hecho marianista, como las mujeres en luto, las conductas sexuales conservadoras, la identidad y el trabajo asalariado. Existe la apariencia que la mujer se encuentra asimétricamente relacionada con el hombre latinoamericano, pero según Stevens todo ello es posible gracias al ideal marianista que posibilita un convenio recíproco con el machismo, obteniendo un beneficio del patrón cultural de género. Con el marianismo las mujeres se adaptan al machismo.
Mi comentario sobre el texto de Evelyn P. Stevens consiste que ella legitima la idea de Otredad en el campo de la identidad masculina Latinoamérica. A partir del supuesto que existe el machismo como una forma cultural de comportamiento de los hombres en las sociedades mestizas post conquista española. Entonces, desde mencionado supuesto, ella planeta la equidad conceptual “marianismo” para entender una serie de comportamientos de la mujer latinoamericana. Tanto el machismo como su opuesto femenino se necesitan para legitimarse conceptualmente. No hay primera sin segunda.
La génesis del marianismo tiene un enfoque culturalista, el cual es inmutable aunque pasen los años. La autora elabora una esencia espiritual en torno a lo femenino que se traslada históricamente desde el Viejo Mundo hasta el Nuevo Mundo. La herencia cultural marianista tiene a la Iglesia Católica como la institución fundamental para difundir el ideal de mujer en todo el continente latino. En esa lógica culturalista, Evelyn P. Stevens, describe una especie de línea evolutiva del fenómeno en cuestión pasando por el Paleolítico, Neolítico, Cristianismo, Conquista y la actualidad. Un ideal femenino sagrado, pero ajeno a las relaciones de poder de género en la tierra, las cuales también son históricas.
Si por un lado existe la otredad machista, por otro lado, Evelyn P. Stevens, estructura la otredad marianista. Es necesario señalar que la autora se hace una interrogante ¿Significa esto que todas las mujeres de América Latina se conforman al esteriotipo prescrito por el marianismo? Siendo su respuesta no. Pero la justificación del concepto se basa, según Stevens, porque la industria cultural latinoamericana sigue difundiendo el ideal marianista encarnados en los personajes de la pantalla de televisión, la radio y la literatura popular. Entonces, los medios de comunicación al juntar la realidad con la ficción (mitos) reproducen el ideal marianista. Y la autora refuerza esta idea de mujer frígida, sumisa, triste y supersticiosa desde el campo académico.
La autora hace una especia de ecuación de género directamente proporcional: a mayor machismo, mayor marianismo. Vale decir, que existe un aumento del grado de marianismo cuando los hombres se comportan mal con ellas. A mayor maltrato mayor marianismo. Pero con el marianismo no se pierda porque la mujer en vez de ser la victima, aprovecha el recurso cultural (marianista) para salir con ganancia: beneficiarias conscientes del mito. Entonces la autora entra en una especia de relativismo cultural, invisibilizando las relaciones jerárquicas de género.
Finalmente, la interrogante que le hubiese planteado a la autora, desde el supuesto que tiene razón, sería ¿Puede haber marianismo en los hombres y machismo en las mujeres? La respuesta, posiblemente, aumentaría el abanico de otredades de género del continente latinoamericano.
la otra cara del machismo en Latinoamérica
Evelyn P. Stevens
El machismo tiene su correlato en otro fenómeno complementario que fortalece el patrón cultural de género en la sociedad latinoamericana. Evelyn Stevens lo denominará “marianismo” como el tipo ideal de mujer mestiza que se caracteriza por el culto simbólico de la superioridad espiritual femenina en contraposición del machismo: culto a la virilidad en la tierra. Entonces, la autora analiza las raíces del marianismo desde los iniciales mitos hasta su actual simbología que influye culturalmente en el comportamiento de las mujeres latinoamericanas.
Los antecedentes del marianismo, según Stevens, se remiten al Viejo Mundo en las culturas precristianas donde existe una adoración a la mujer como un ser divino. La autora hace una arqueología simbólica para demostrar que la mujer había llegado a ser catalogada como diosa (Rusia meridional, Mesopotamia, Europa Suboccidental, España e Italia). Esta visión sagrada de la mujer difiere de la cosmovisión patriarcal del cristianismo primitivo. Pero la mujer entra en la lógica del sistema de culto por medio de la figura de María, cuando es integrada al catolicismo como la Madre de Dios (en el Concilio de Efeo en 431 d.c.). A partir de entonces, existe un culto a la mujer dentro de la visión Católica del mundo.
El culto de la virgen María es difundido por la Iglesia Católica, la cual no fue ajena al proceso de conquista del Nuevo Mundo. Para Stevens la tarea de migrar la creencia marianista fue fácil por la institución sagrada de la colonia. Se menciona el caso de la Virgen de Guadalupe que tiene su origen en México donde un indígena neófito e inculto observó a la virgen María en un sitio de antigua adoración a la diosa Tonantzin, que significa Nuestra Madre. Luego el símbolo religioso se legitimó en la colonia, hasta ser declarada como patrona de Latinoamérica por el Papa Pío X. De esta manera la autora demuestra la importancia mítica y simbólica de la figura marianista en la cultura del Nuevo Mundo. Se estructura un patrón cultura que norma la acción de las mujeres.
El marianismo es una cultura caracterizada por la sumisión, el entendimiento, la tristeza, la paciencia, la resignación, la virginidad, la frigidez nupcial, entre otros. La autora menciona una serie de hechos sociales donde se observa el hecho marianista, como las mujeres en luto, las conductas sexuales conservadoras, la identidad y el trabajo asalariado. Existe la apariencia que la mujer se encuentra asimétricamente relacionada con el hombre latinoamericano, pero según Stevens todo ello es posible gracias al ideal marianista que posibilita un convenio recíproco con el machismo, obteniendo un beneficio del patrón cultural de género. Con el marianismo las mujeres se adaptan al machismo.
Mi comentario sobre el texto de Evelyn P. Stevens consiste que ella legitima la idea de Otredad en el campo de la identidad masculina Latinoamérica. A partir del supuesto que existe el machismo como una forma cultural de comportamiento de los hombres en las sociedades mestizas post conquista española. Entonces, desde mencionado supuesto, ella planeta la equidad conceptual “marianismo” para entender una serie de comportamientos de la mujer latinoamericana. Tanto el machismo como su opuesto femenino se necesitan para legitimarse conceptualmente. No hay primera sin segunda.
La génesis del marianismo tiene un enfoque culturalista, el cual es inmutable aunque pasen los años. La autora elabora una esencia espiritual en torno a lo femenino que se traslada históricamente desde el Viejo Mundo hasta el Nuevo Mundo. La herencia cultural marianista tiene a la Iglesia Católica como la institución fundamental para difundir el ideal de mujer en todo el continente latino. En esa lógica culturalista, Evelyn P. Stevens, describe una especie de línea evolutiva del fenómeno en cuestión pasando por el Paleolítico, Neolítico, Cristianismo, Conquista y la actualidad. Un ideal femenino sagrado, pero ajeno a las relaciones de poder de género en la tierra, las cuales también son históricas.
Si por un lado existe la otredad machista, por otro lado, Evelyn P. Stevens, estructura la otredad marianista. Es necesario señalar que la autora se hace una interrogante ¿Significa esto que todas las mujeres de América Latina se conforman al esteriotipo prescrito por el marianismo? Siendo su respuesta no. Pero la justificación del concepto se basa, según Stevens, porque la industria cultural latinoamericana sigue difundiendo el ideal marianista encarnados en los personajes de la pantalla de televisión, la radio y la literatura popular. Entonces, los medios de comunicación al juntar la realidad con la ficción (mitos) reproducen el ideal marianista. Y la autora refuerza esta idea de mujer frígida, sumisa, triste y supersticiosa desde el campo académico.
La autora hace una especia de ecuación de género directamente proporcional: a mayor machismo, mayor marianismo. Vale decir, que existe un aumento del grado de marianismo cuando los hombres se comportan mal con ellas. A mayor maltrato mayor marianismo. Pero con el marianismo no se pierda porque la mujer en vez de ser la victima, aprovecha el recurso cultural (marianista) para salir con ganancia: beneficiarias conscientes del mito. Entonces la autora entra en una especia de relativismo cultural, invisibilizando las relaciones jerárquicas de género.
Finalmente, la interrogante que le hubiese planteado a la autora, desde el supuesto que tiene razón, sería ¿Puede haber marianismo en los hombres y machismo en las mujeres? La respuesta, posiblemente, aumentaría el abanico de otredades de género del continente latinoamericano.
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