viernes, 18 de enero de 2019

Género en Movimiento

                                                (Raulito en la Empresa ARDUR S.A.)

Por: Raúl Rosales león


En mis iniciales aprendizajes en el Diplomado de Estudios de Género en el año 2009 tuve la oportunidad de leer un artículo de Ralph Bolton titulado “Machismo en Movimiento”. Bolton es un antropólogo norteamericano quien analizó la construcción de la masculinidad de los choferes de camiones en el sur andino del Perú.  Luego de 10 años me acordé del artículo porque estoy trabajando en el sector transporte para incorporar el enfoque de género en la Gestión de la Infraestructura Vial a nivel de los Gobiernos Locales Provinciales. Cotejando el artículo de Bolton con la realidad del sector transporte se puede decir que el machismo sigue movimiento.   

Las condiciones de producción de machismo en movimiento se inician en los primeros años de vida. Me refiero a los juguetes que los niños y niñas usan para divertirse y moldear su identidad de género. En las tiendas comerciales estructuran una división sexual de los juguetes: por un lado, se encuentran los autos, camiones y tractores destinados a los niños y, por el otro lado, las muñecas y la cocinita destinadas a las niñas. Desde temprana edad el género está movimiento estableciendo pautas y modelos para preparar a los niños desenvolverse en el sector transporte.   

Mi caso no es la excepción a la regla porque en mi niñez no me compraban camiones, sino tanques de guerra. Mi papá fue militar de infantería y manejaba los tanques rusos de la época de presidente Juan Velasco Alvarado. En ese tiempo quería ser como mi papá y, por consiguiente, también quería manejar tanques. Tuve mi primer sueño cumplido cuando él me hizo entrar en un tanque de guerra en el Cuartel Hoyos Rubio en el Rímac.  Luego mi papá dejó la vida militar para incursionar el mundo comercial en una empresa familiar asociada al sector transporte. Quería trabajar en la empresa como mi papá quien era gerente de ventas y tenía su oficina con frigobar en donde me invitadan gaseosas (ver la foto). El personal de la empresa me trató muy bien y me decían “Raulito”.

Actualmente, mi papá trabaja vendiendo camiones y es su nieto (mi sobrino y ahijado) Adriano Rosales León quien lo acompaña los días domingo para ver los camiones.  Mi papá tiene la habilidad para manejar los camiones algo que es del agrado de mi sobrino ahijado quien asume el papel de copiloto. Una vez fui testigo del machismo en movimiento cuando le pregunté a mi sobrino ahijado “¿Quieres que en el siguiente paseo la abuela y tu mamá también suban al camión? Él no quería que ellas suban y manejen el camión.  De un momento a otro, mi papá dio una pedagógica explicación: “las mujeres no suben al camión porque se pueden caer”, lo cual generó una reacción de mi mamá, hermana y el suscrito tildando a mi papá de machista. Lamentablemente, mi sobrino ahijado escucho dicha explicación que justifica la marginación de las mujeres en el sector transporte.

Una semana antes de mencionado incidente, tuve un viaje laboral a un Gobierno Local Provincial de la región Puno con el objetivo de participar en un taller para que la población priorice caminos viales. Cuando fue el turno de mi intervención para sensibilizar sobre género lo primero que hice fue consultar a los participantes ¿Por qué no hay mujeres en el taller? Un señor representante de un centro poblado rural me respondió: “no hay mujeres choferes” y los asistentes se rieron. Esta respuesta y la complicidad de las risas de los asistentes confirmaron que el machismo sigue movimiento naturalizando las desigualdades de género. Finalmente, el reto de la reducción de las brechas de género en el sector transporte exige que el que género te mueva desde la vida cotidiana hasta las políticas públicas.