lunes, 30 de abril de 2012

Mata Chola Laboral

Por: Raúl Rosales León

Se habla de lo cholo ¿y la chola?” fue una interrogante justa y necesaria planteada por una participante del evento titulado Construyendo Choledades que nos abre las puertas del enfoque de género para ser utilizado en el campo político. Como mañana se celebrará a nivel mundial El Día del Trabajo, entonces el presente artículo tiene como objetivo problematizar las brechas sociales de género que sufren un amplio sector de mujeres cholas en el ámbito laboral: las trabajadoras del hogar en el Perú.
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Tomaré como parte del diagnóstico el testimonio de un colega que vivía en el popular distrito de Breña en donde todos los veranos jugaba carnavales con sus amistades de barrio. Un día el niño quería saber como se hace una matachola, un pícaro vecino le dijo: “agarras una media vieja, le metes talco y piedras, luego buscas a una chola y la matas”. Con esta receta el niño de Breña armó su matachola y buscó por las calles a sus mujeres victimas. Cuando encontró a la chola, el niño fue corriendo con su mejor amigo gritando a los cuatro vientos “matachola”, ambos le dieron fuertes golpes a la pobre mujer empleada del hogar. Ella comenzó a gritar auxilio, luego algunos amigos mayores salieron en defensa de la mujer y le hicieron comprender a los niños que habían cometido un grave error. La matachola no se hace con piedras y no es para matar. En un simple juego.
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A veces las cosas simples en la vida, como los juegos de niños, tienen un trasfondo complejo. ¿Por qué el niño pensaba que tenía que matar a una chola? Me gustaría analizar este caso con una reflexión de Karl Marx elaborada en su texto El 18 Brumario de Luis Bonaparte, cuando Marx afirmó: “los hombres hacen su propia historia, pero no lo hacen a su libre arbitrio, bajo las circunstancias elegidos por ellos mismos sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existe y trasmite el pasado”. En este sentido, cuando el niño de Breña tenía en la mente matar a una chola, este pensamiento no fue parte del libre arbitrio, o un simple engaño del pícaro vecino, sino que formaba parte de la estructura cultural racista del Perú. Este horizonte mental se articula en el ámbito de la vida cotidiana, social, política y laboral. Por esta razón, la última rueda del coche laboral en el Perú lo representa la empleada del hogar, es decir, la chola.
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Según Bettina Valdez, especialista en temas de género,  las brechas de género muestran que son las mujeres las que deben dedicarse a las actividades domésticas, siendo éste menos valorado que otros trabajos, muestra de ello es que no es remunerado. Por extensión, a esta premisa, las trabajadoras del hogar es desvalorado porque la norma peruana les reconoce menos derechos y ni siquiera ellas tienen derecho al sueldo mínimo como otros/as trabajadores/as asalariados/as. Bettina Valdez señala que en el caso de las trabajadoras del hogar se suma al tema de género, las categorías de raza y clase para agravar su situación de vulnerabilidad respecto a sus derechos laborales, en tanto, sufren una discriminación por múltiples motivos no sólo por ser mujeres, sino por ser migrantes, por ser pobres, etc.
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Si bien los cholos han sido los más choleados en la historia de la República Sin Ciudadanos (Alberto Flores Galindo), son las cholas las que sufrieron las peores consecuencias de una sociedad racista. Un racismo que existe y se trasmite del pasado (colonial). El síntoma social racista naturalizó la idea en el niño que la matachola debe matar a las cholas y legalizó a nivel nacional la vulneración de los derechos laborales de las empleadas del hogar. Luchar contra el racismo significa que el tema de las empleadas del hogar debe formar parte de la agenda política para construir una República de Ciudadanos/as.

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