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Por: Raúl Rosales León (Waro)
La performance es un conjunto de rituales (profanos
y sagrados) y acciones cotidianas repetitivas que fortalecen la posición
masculina y femenina en el sistema de género.
Según Beatriz Preciado[1]
la noción de performance ha servido para desnaturalizar la diferencia sexual y
abrir el debate sobre los esencialismos biológicos deterministas.
Es necesario señalar que Beatriz Preciado hace un
análisis de la categoría performance estableciendo tres etapas. La primera
etapa está radicada en el campo del discurso psicoanalítico con Joan Riviére cuya
conferencia titulada “Womanliness as mascarade” establece la primeras
definición de género como una máscara, vale decir, como una representación.
Según Beatriz Preciado: “Lo que le interesa a Rivieré es una triple disociación
entre sexo anatómico, las prácticas sexuales y las prácticas culturales de la
femeneidad” (2009:114). En la segunda etapa la categoría de performance
adquiere una dimensión crítica y reflexiva a través del arte en la década de
los 60 y 70 tas; según Beatriz Preciado: “un verdadero instrumento de
contestación social y transformación del espacio público” (2009:116), y en base
a esta lógica el performance produce e inventa un sujeto político del
feminismo. Finalmente Beatriz Preciado aborda el tercer eje del desarrollo de
la categoría del performance con la emergencia de la escena del drag queen que
fue un referente para la conceptualización de performance por Judith
Butler.
Para entender la relación entre performance y
representación es necesario partir del concepto de Stuart Hall sobre
representación. El autor señala que la representación es la
producción de sentido a través del lenguaje[2]. Resulta importante el significante
“producción” para aterrizar la
comprensión de la categoría representación con el aporte de Teresa de Lauretis
por medio del concepto tecnología de género.
Según Teresa de
Luretis[3] el
género en una producción así como el proceso de representación; y en esta
lógica la autora[4]
afirma lo siguiente: “como seres sociales, las mujeres se construyen a partir
de los efectos del lenguaje y la representación” (1992:29); La autora analiza el cine como una tecnología
social (género) como un aparato semiótico y material que significa, representa
y constituye al sujeto.
El performance y la representación son
complementarias para comprender la complejidad de las relaciones de género. Un
ejemplo, el fútbol que es una tecnología de género que produce una
representación y autorepresentación sobre la posición masculina porque en la
práctica del fútbol se estructura un performance que ritualiza la actividad física
dentro de reglas de juego. La actividad física está dentro de las coordenadas
disciplinarias del cuerpo en el campo deportivo a través de aprendizaje de técnicas
para poder jugar fútbol. Parafraseando a Simone de Beauvoir: “no se nace
jugador de fútbol, se llega a serlo”.
[1]
Preciado, Beatriz, “Género y performance”, en Debate Feminista. Año 20, Vol. 40. Octubre 2009. Pp.
42 – 75.
[2] Hall,
Stuart Representation: Cultural
Representations and Signifying Practices. London: Sage
Publications, 1997. Traducido por Elías Sevilla Casas. Recuperado el 8 de Junio
de 2016 en
http://metamentaldoc.com/14_El_trabajo_de_la_representacion_Stuart_Hall.pdf
[3] Lauretis, Teresa, “La tecnología del
género”, en: Technologies of Gender: Essays on Theory, Film, and Fiction,
Boomington: Indiana University Press, 1987.
[4] De
Lauretis, Teresa, Alicia ya no. Feminismo, semiótica, cine. Catedra,
Madrid, 1992, p. 25-62.