Por: Raúl Rosales León
El papel del cuerpo consiste en abrir múltiples posibilidades
de singularizar las identidades; desde
la perspectiva de Judith Butler[1]
dicho papel parte del supuesto que el sexo es una categoría cultural y, por lo
tanto, el sexo no puede ser analizado como algo natural e inmutable. El discurso de la naturaleza por medio de la
biología (que tiene como base el conocimiento científico) construye la
categoría de sexo. Pero desde el
análisis postestructuralista de Judith Butler se cuestiona la dicotomía sexo /
género que es superada por la categoría cuerpo.
En ese sentido, desde la materialidad de cuerpo como focus cultural del
género se abre la posibilidad de singularizar las identidades.
Según Judith Butler desde el discurso del feminismo
que constituye el sujeto mujer que al constituirlo proporciona una identidad
universal. Esta identidad (cerrada) de mujer entra al campo de representación
política que parte del supuesto de la existencia de una opresión
universal. Un patriarcado que
universaliza la identidad del hombre. La
crítica de Butler radica que la identidad universal del sujeto del feminismo
legitima el sistema binario, es decir, la heterosexualidad obligatoria. En base
a la matriz heterosexual los géneros se hacen inteligibles para hacer coherente
la relación entre sexo, género y práctica sexual.
Frente a la matriz heterosexual obligatoria Butler
se propone a desustantivizar la categoría de género para analizarlo como una
producción performantiva que es normalizada con un conjunto de práctica
regulatorias. Desde esta perspectiva la identidad no es universal relacionado
con la matriz heterosexual, sino que el género al ser performativo conforma las
identidades. Esto es factible según
Butler porque el sexo no pude ser considerada como una verdad interior de
disposiciones e identidad, ella argumentará: “que es una significación performativamente realizada (y, por
tanto, que no «es») y que, al desembarazarse de su
interioridad y superficie naturalizadas, puede
provocar la proliferación paródica y la interacción
subversiva de significados con género” (2015:99). Será en este contexto que la
materialidad del cuerpo singulariza las identidades de género al poder
subvertir la matriz heterosexual.
Un
ejemplo para comprender el cuerpo en su papel de singularizar las identidades
se puede mostrar en la película Zelig (1983) de Woody Allen. En formato de documental Woody Allen hace
conocer la historia de Leonard Zelig un ciudadano norteamericano que fue todo
fenómeno en las décadas de los años 20 del siglo pasado. Él sufre un síntoma
psicológico que le ocasiona un cambio permanente de personalidad, en
consecuencias él logra adaptarse con mucha facilidad a diferentes grupos y
clases de personas: ricos, pobres, negros, chinos, indios, republicanos,
demócratas, fascistas, etc. Este caso clínico fue tomado por la doctora Eudora
Fletcher (psiquiatra), interpretada por la actriz Mia Farro, quien hace un
diagnóstico sobre Zelig. La doctora Fletcher para entender el síntoma de Zelig
lo compara con un camaleón humano porque él cambia de identidad, principios y
convicciones proporcionándole una gran habilidad de adaptación inmediata con
las personas que lo rodean.
Como
se puede apreciar en la película no es el cuerpo (bajo el discurso de la
naturaleza) que construye la identidad de Zelig, sino que la materialidad de su
cuerpo culturalizado que proporciona la posibilidad de construcción de diversas
identidades.
[1] Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo
y la subversión de la identidad, Paidos, Barcelona, 2007, pp. 45-99.