martes, 2 de agosto de 2016

El papel del cuerpo en la producción de identidades


Por: Raúl Rosales León

El papel del cuerpo consiste en abrir múltiples posibilidades de singularizar las identidades;  desde la perspectiva de Judith Butler[1] dicho papel parte del supuesto que el sexo es una categoría cultural y, por lo tanto, el sexo no puede ser analizado como algo natural e inmutable.  El discurso de la naturaleza por medio de la biología (que tiene como base el conocimiento científico) construye la categoría de sexo.  Pero desde el análisis postestructuralista de Judith Butler se cuestiona la dicotomía sexo / género que es superada por la categoría cuerpo.  En ese sentido, desde la materialidad de cuerpo como focus cultural del género se abre la posibilidad de singularizar las identidades.

Según Judith Butler desde el discurso del feminismo que constituye el sujeto mujer que al constituirlo proporciona una identidad universal. Esta identidad (cerrada) de mujer entra al campo de representación política que parte del supuesto de la existencia de una opresión universal.  Un patriarcado que universaliza la identidad del hombre.  La crítica de Butler radica que la identidad universal del sujeto del feminismo legitima el sistema binario, es decir, la heterosexualidad obligatoria. En base a la matriz heterosexual los géneros se hacen inteligibles para hacer coherente la relación entre sexo, género y práctica sexual.

Frente a la matriz heterosexual obligatoria Butler se propone a desustantivizar la categoría de género para analizarlo como una producción performantiva que es normalizada con un conjunto de práctica regulatorias. Desde esta perspectiva la identidad no es universal relacionado con la matriz heterosexual, sino que el género al ser performativo conforma las identidades.  Esto es factible según Butler porque el sexo no pude ser considerada como una verdad interior de disposiciones e identidad, ella argumentará: “que es una significación performativamente realizada (y, por tanto, que no «es») y que, al desembarazarse de su interioridad y superficie naturalizadas, puede provocar la proliferación paródica y la interacción subversiva de significados con género” (2015:99). Será en este contexto que la materialidad del cuerpo singulariza las identidades de género al poder subvertir la matriz heterosexual.

Un ejemplo para comprender el cuerpo en su papel de singularizar las identidades se puede mostrar en la película Zelig (1983) de Woody Allen.  En formato de documental Woody Allen hace conocer la historia de Leonard Zelig un ciudadano norteamericano que fue todo fenómeno en las décadas de los años 20 del siglo pasado. Él sufre un síntoma psicológico que le ocasiona un cambio permanente de personalidad, en consecuencias él logra adaptarse con mucha facilidad a diferentes grupos y clases de personas: ricos, pobres, negros, chinos, indios, republicanos, demócratas, fascistas, etc. Este caso clínico fue tomado por la doctora Eudora Fletcher (psiquiatra), interpretada por la actriz Mia Farro, quien hace un diagnóstico sobre Zelig. La doctora Fletcher para entender el síntoma de Zelig lo compara con un camaleón humano porque él cambia de identidad, principios y convicciones proporcionándole una gran habilidad de adaptación inmediata con las personas que lo rodean. 

Como se puede apreciar en la película no es el cuerpo (bajo el discurso de la naturaleza) que construye la identidad de Zelig, sino que la materialidad de su cuerpo culturalizado que proporciona la posibilidad de construcción de diversas identidades.  




[1] Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Paidos, Barcelona, 2007, pp. 45-99.