Uno de los principales obstáculos para buscar la equidad de género en los proyectos de desarrollo es la mente conservadora de algunos técnicos y proyectistas quienes construyen una realidad a imagen y semejanza de sus proyecciones mentales patriarcales. Y peor aún si son antropólogos convervadores que quieren "proteger" al mundo andino del impacto occidental de los planes de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
La vez pasada ley un diagnóstico sobre brechas de género sobre una comunidad campesina en un lugar de los andes peruanos. Este documento intenta dar gato por liebre. La persona encargada fue un antropólogo quien a la hora de utilizar la perspectiva de género, se dedicó a narrar un mundo feliz y etnográfico sobre la complementariedad andina. Apoyándose de un soterrado relativismo cultural el antropólogo romantizó e idealizó el aspecto económico/productivo de la comunidad campesina a través de la siguiente etnografía:
“En la producción ganadera y agrícola, las mujeres tienen un papel un tanto diferenciado pero complementario; las principales actividades agrícolas o ganaderas tienen sus propios responsables adjudicados a través del tiempo, por ejemplo el arado, el corte en la cosecha son realizados por los varones, sin embargo la estructura complementaria de los andes le da un papel a las mujeres como es la puesta de las semillas, el despanque del maíz, recojo de los tubérculos, separación del grano de la paja en la cosecha de la cebada, trigo, haba, arveja y otros”.
Es interesante como el antropólogo utiliza la categoría de “estructura complementaria de los andes” para construir una sociedad andina equitativa donde existen roles complementarios entre hombres y mujeres. Un requisito para que no exista la jerarquización de género es la firme "existencia" de una cosmovisión andina. Según Patricia Oliar varios etnohistoriadores y antropólogos señalan que en el mundo andino lo femenino y masculino coexisten como atributos o deidades y personajes míticos de manera indistinta. A partir de estos mitos se estructura una cosmovisión “andina” que se articula en las prácticas sociales de complementariedad entre hombres y mujeres en las zonas rurales.
El diagnóstico sobre las brechas de género que había leido no encontró desigualdad social en el aspecto económico y productivo. Lo cual suena positivo para demostrar el equilibrio armonioso del mundo andino a comparación del caótico y desigual mundo occidental. Pero si bien el antropólogo verificó, como autoridad etnográfica, la existencia de la complementariedad andina, ¿Por qué en la misma comunidad existe desigualdad de género en el campo político? El diagnóstico tiene una realidad contradictoria porque por una parte los hombres y mujeres son complementarios y por otra son desiguales. ¿Será que el campo político es muy occidental para los ojos del antropólogo? ¿La ausencia de tecnificación agropecuaria conserva la cosmovisión “complementaria” andina? ¿O será qué el antropólogo tiene una visión "conservadora" y “protectora” de la Otredad andina?
Algo que obvia el antropólogo de la complementariedad es que la categoría de género es "relacional", es decir, se articula con diversos campos como el económico, político, social, cultural, entre otros. El problema de los diagnósticos "sin enfoque de género" es la fragmentación de la realidad en espacios infinitos. Por una parte lo económico y por otro lo político, y así sucesivamente, como si fueran campos excluyentes, paralelos y sin relación alguna. Por este motivo, toda investigación sobre brechas sociales entre hombres y mujeres debe analizar la realidad desde el enfoque del “sistema de género” (basado en la propuesta Rubín sobre sistema sexo/género).
El sistema de género que viene a ser el conjunto de estructuras que ordenan y legitiman las prácticas sociales entre hombres y mujeres. La sociedad a través de una serie de instituciones, normas, pautas, valores y representaciones mentalesestablecen un “orden de género”, es decir, un conjunto de parámetros que definen la forma del “debe ser” adecuadamente masculino y femenino en sociedad. La localidad analizada por el antropólogo de la complementariedad no es ajena a las relaciones de género, poder y sus repercusiones en las condiciones de vida de las mujeres.
La narrativa etnográfica del antropólogo en cuestión puede construir mundos utópicos y complementarios, pero los indicadores cuantitativos pueden arrojar otros resultados. Basándome en el Censo 2007 del INEI analicé la condición de actividad económica que desarrolla esta población “complementarista”. En base a los indicadores de la PEA (Población Económicamente Activa) se muestra que la pobreza y extrema pobreza en esta población andina tiene rostro de mujer. Según las estadísticas el 70% de la PEA está conformado por hombres, mientras que el 30% son mujeres. Esta brecha de género en las zonas rurales es más perjudicial para las mujeres quienes se encuentran dentro de un sistema de género que incluyen el campo educativo, político, social, entre otros.
El aspecto irónico del tema es que el “sistema de género” de la comunidad también incluye como uno de sus principales protagonistas al antropólogo de la complementariedad porque quiere “proteger” a la Otredad andina del impacto occidental del Plan de Igualdad de Oportunidades entre hombres y mujeres. De esta manera legitimar y reproducir la subalterna complementariedad andina. Algo muy cómodo para quien no sabe lo que significa luchar por los derechos humanos, la ciudadanía y la igualdad de oportunidades para superar las brechas de género.